“A los Obispos siempre les ha preocupado el abandono y pobreza de Loreto”

  • Contó el hermano religioso Victoriano Vallinas Álvarez, quien por años ha estado al lado de varios Obispos.


Desde años pasados quisimos lograr una entrevista con el hermano Victoriano, como lo conocen los más cercanos. Siempre lo veíamos al lado de los Obispos, trasladándolos en su pequeña “stationwagon” amarilla. Siempre viendo que no les falte nada.
A la partida del monseñor Julián García Centeno, quedó triste. La costumbre es una montaña grande de cruzar. Difícil de borrar y cambiar. La llegada del relativamente joven Monseñor Miguel Olaortúa Laspra a Iquitos (quien el 22 de noviembre 2019 cumpliría 58 años de no haber partido al lado de Dios) quien reemplazó a García Centeno, aplacó un poco la nostalgia dejada por el anterior.
Pero no le duraría mucho. Porque la nostalgia, luego de la muerte del Obispo Miguel Olaortúa, parece habérsele instalado para siempre en el alma. En cada paso pausado que da por las distintas calles de Iquitos. Desde hace años ya no renovó licencia para conducir. Prefiere caminar cuadras de cuadras, con los recuerdos fluyendo. Imparables.
El hermano nació en la provincia de León, España. Llegó hace muchos años a Iquitos y no volvió más. Ama esta tierra, como tantos otros foráneos.
“Al Monseñor Julián García y al Obispo Olaortúa, les preocupaba mucho el abandono y la pobreza de Loreto. Hacían todo lo que podían a través de la Iglesia y sus fieles, ya que no podían acabar con ella puesto que no eran políticos” dice.
¿Qué recuerdos tiene de la partida intempestiva del Obispo Olaortúa Laspra? Preguntamos sin pensar que el llanto resbalaría incontenible por sus mejillas.
-Él era muy preocupado por su labor, no medía sus limitaciones. Solía trabajar mucho. Falleció a poco de llegar a Iquitos y pienso que debió quedarse a esperar mejorar su salud en España. Él se fue a una reunión a Italia, terminó y como tenía el objetivo de regresar, se vino y al día siguiente murió.
No paró en España donde debía haber parado para ver a su familia, sus sobrinos, hermanas y hermanos, pero se vino acá pensando naturalmente que el Obispo debe estar donde tiene su trabajo.
Cuando fuimos a recogerlo al aeropuerto su salud me asustó un poquito y no hicimos más que dejar los equipajes en el Vicariato para al momento seguir a la clínica “Sthal”. Sentía que tenía deficiencia pulmonar, respiraba con dificultad, no lo hacía normal. Se agotaba.
¿No sería covid? Ya se hablaba de ese virus en Europa…
-No, no, no…pero mire coincide, a lo mejor algunas cosas, pero eso los médicos son los que pueden decir. Pero no creo porque él cuando viajó a Italia ya se fue un poco tocado en su salud. En la clínica no le dijeron que era algo peligroso, por eso después que lo estabilizaron lo enviaron a su casa (local del Vicariato) y al otro día falleció. Varias horas estuvimos en la clínica esperando que llegue un médico.
A la mañana siguiente (01 de noviembre de 2019) me levanté y tuve que ir a Punchana temprano (él dormía en el cuarto piso y el Monseñor en el tercero) a coordinar porque iban a llegar unos misioneros a Iquitos. La noche que lo vi por última vez me dijo: “Hasta mañana entonces, mañana nos distribuimos el trabajo para recibir a los misioneros, los llevaremos a la parroquia Virgen de Loreto” respiraba un poco agitado.
Cuando regresé de Punchana al local del Vicariato (calle Putumayo), encontré llorando a la secretaria Bethy y a Elvia que es la señora de la cocina. Ellas habían tocado a la puerta del cuarto del Monseñor para que desayune, pero no les contestaba nadie. Preguntaban si alguien lo había visto, pero nadie lo vio. Entonces ingresaron y lo encontraron fallecido. (Llora el hermano religioso).
No nos pareció apropiado seguir haciéndole preguntas. Cortamos la entrevista de golpe, nos vamos deseándole que se cuide y que siga manteniendo los buenos recuerdos de los momentos que en su vida ha compartido con varios de los Obispos llegados a Iquitos. (Luz Marina Herrera Lama).