Era el 28 de marzo de 1936, en un segundo piso de una solariega casa arequipeña perteneciente a sus abuelos maternos y situada en el Bulevar Parra, nació un peruano predestinado a ser grande en todos los actos de su fructífera vida.
Tal peruano al que pusieron por nombre Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, nació de madrugada, debiendo decirse que los Llosa que provenían de una clase alta se habían convertido en un clan de la clase media.
Era una familia feliz como lo narran Pamela Cueto y Mariano Orozco Zumaràn, biógrafos del ahora famoso escritor laureado en más de cien países del mundo libre, por su narrativa sencilla pero ilustrativa, con su sello personal que se caracteriza por ser confrontacional a toda dictadura y practicante de una prosa magistral que la distribuye generosamente en todas sus obras que son un dechado de lecciones de arte y cultura literaria; debiendo señalar también que de niño incursionó en el arte poético; de allí se desprende su estro poético revelado a los 9 años, en Piura, con un poema escrito en febrero de 1947 con el nombre de «Qué tiempos aquellos». Sobre el particular, Mario dice: «…el abuelo era aficionado a la poesía…y me enseñaba a memorizar versos de Campoamor y de Rubén Darío…».
En este 75 cumpleaños de nuestro insigne compatriota quisiéramos tener siquiera mínimamente la prosa elegante y profunda de nuestro homenajeado para poder decir en frases rutilantes y señeras cuánto alegró a los peruanos de todo el Perú su elección como premio Nobel de Literatura, galardón inmarcesible a la inteligencia y el saber de los predestinados. Pero a más de lo dicho, lo que nadie puede negar y menos olvidar es que Mario Vargas Llosa es un peruano universal nacido para triunfar y brindar honores y halagos a la patria que lo vio nacer ¡ Feliz Día Mario!.





