Valor agregado

Por: José Álvarez Alonso

Hace unas semanas acompañé a mi hermano Ricardo a una carpintería en un pequeño pueblo del norte de España. Había encargado al carpintero unas ventanas para una casa de campo, y quería ver el avance. La carpintería resultó ser una inmensa nave, de más de 1000 m², con más de una docena de máquinas a cual más sofisticada. Juanjo, el carpintero, estaba trabajando unos marcos en una molduradora. Todo era computarizado: luego de programar la máquina, él simplemente metía los listones por un extremo, y salían acabados y pulidos por el otro, de la medida precisa a la décima de milímetro, con los cortes y acabados precisos. Ni siquiera necesitaba casco, guantes o lentes protectores, toda la máquina estaba cubierta; las virutas y el aserrín eran absorbidos por unos inmensos tubos y transportados por el techo hasta una máquina que elaboraba constantemente briquetas para panaderías.

Juanjo, un pequeño empresario de una zona rural, nos explicó que operaba toda la planta con tres operarios, y nos mostró cada una de las máquinas y sus funciones; algunas eran enormes, como una de más de 6 m. de largo para fabricar puertas. Aunque la inversión en equipos era ciertamente muy grande, cuando escuchamos a su padre, carpintero jubilado «de los de antes», comprendemos el valor de la tecnología y el valor agregado: «Antes yo trabajaba 12 horas con garlopa y escoplo para hacer una ‘ventanuca’ de mala calidad, ahora, con estas máquinas, puedes hacer una docena de muchísima mejor calidad en menos tiempo y con mucho menos esfuerzo», nos dice. Comprendo perfectamente lo que dice porque mi padre, aunque maestro, fue carpintero aficionado e hijo de carpintero, y toda mi infancia son un recuerdo de sonidos y olores de maderas trabajadas por serruchos, garlopas, formones y escoplos.

Inspeccionamos las ventanas ya terminadas: completamente herméticas, con triple sello aislante y vidrios compuestos con cámara de vacío para evitar pérdida de calor, y acabados impecables. Nos explicó que están garantizadas para 20 años, para soportar los enormes cambios de temperatura de la zona, el sol y la lluvia. Los precios, ciertamente son caros: más de 300 euros el  m² de ventana. Pero a decir del cliente, mi hermano, la calidad, prestaciones y durabilidad del producto compensa con creces el precio.

Pregunto por la madera: tiene como alternativas pino de plantaciones de Nueva Zelanda y una madera tropical africana, de finas y oscuras vetas, parecida al tornillo. El precio es bastante similar, y representa apenas una pequeña fracción del precio final de la ventana, aún puesto en la carpintería, adonde llega a un precio varias veces superior al que se pagó al maderero que la extrajo en el bosque africano.

Comento con mi hermano: de esos 300 euros por metro de ventaja, ¿cuánto representa el costo original de la madera? Quizás un 5, máximo un 10%. Definitivamente, el negocio está en el valor agregado. En Loreto los madereros se matan por sacar más y más madera, de presionar aún más un bosque bastante depredado (al menos en lo que se refiere a la media docena de especies más comerciales). Sin embargo, la exportación de madera en tablas nunca va a sacar a Loreto del subdesarrollo, aún vendiendo en peso todos nuestros árboles. Estamos exportando puestos de trabajo a otros países, como Méxio o China, donde nuestra madera comprada a precios de saldo es transformada en productos de alta calidad.

Justamente conversé hace poco con representantes de empresas madereras de Madre de Dios: sus concesiones, aunque tienen caoba, no serían rentables si no tuviesen su propia planta de transformación. En otros casos la madera tropical representa una fracción todavía menor: he observado paneles hechos de aglomerado de viruta de madera con una fina cubierta de madera de ébano, una de las más finas y caras del mundo. De un pie tablar de esa carísima madera puede llegar a elaborar varios metros cuadrados de paneles.

Un ejemplo de esto es Tailandia, uno de los mayores exportadores de muebles del Mundo. ¿Cuántos millones de hectáreas de bosque tiene bajo manejo? Ni una hectárea, está prohibido talar bosques en ese país, hay penas gravísimas para los infractores. ¿De dónde sacan la madera para su floreciente industria? De tontos como el Perú, que le vede materia prima barata para que ellos se enriquezcan agregándole valor.

El caso de las artesanas de chambira del Tahuayo y el Nanay es también ilustrativo: reciben entre 30 y 35 soles por una canasta cuya materia prima (fibra de chambira, tintes y piezas pequeñas de madera) no vale ni cinco soles. Si ellas vendiesen la fibra de chambira sin trabajar en vez de la canasta, ganarían una miseria y estarían en la misma situación de baja rentabilidad de la industria maderera de Loreto.

Los bosques de Loreto albergan multitud de recursos con potencial de agregación de valor y de mercado, además de la madera. El GOREL y el IIAP, a través de varios proyectos, especialmente el de apoyo al PROCREL, están impulsando la transformación y comercialización por comunidades de nuevos productos, como joyas de semillas, aceites, fitomedicamentos, artesanías de maderas, entre otros. Ésta es una de las líneas más promisorias para impulsar un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible en las zonas rurales de Loreto.