Una mala práctica

La historia se repite. Cada vez que hay un cambio de mando en el  gobierno del país, de la región, la provincia y el distrito, el mandatario entrante trata de poner en aprietos, ridiculizar, menospreciar y tratar de borrar lo hecho por el saliente.

 

Esta es una práctica conocida de nuestros políticos que no tienen claro eso de mandatario y mandante. Equivocadamente creen que mandatario es el que manda sobre todos. Es al revés, quienes mandan y tienen autoridad sobre todos los demás son los mandantes o sea quienes delegan su poder al mandatario, para que éste, en su nombre y representación, sea quien conduzca el gobierno, el mismo que será dedicado a favorecer al pueblo en su conjunto.

 

Pero no, hoy, quien entra a gobernar cree ser algo más que un monarca de la antigüedad que con la ayuda de las armas sojuzgaba al pueblo y hacía ley a su voluntad.

 

Más que una antipatía, es un odio el que existe entre el gobernante saliente y el entrante, lo que siempre va contra el bienestar general.

 

A tan sólo dos meses y pico de haber dejado el gobierno, acusaciones mil tiene Alan García, que puede verse como una persecución política, pero que sirven, también, para distraer a la población de los problemas por los que atraviesa la gestión actual, escandalosa y condenable por decir lo menos.

 

Con estas actitudes, es inmenso el daño que se le hace al país. Habrá que hacer algo para superar semejante mezquindad.