SIBARIS: El poder de las cocinas sencillas

Por: Javier Alois Salazar

No hay restaurant demasiado pequeño, no hay restaurant suficientemente grande.
El tamaño, el precio, la tendencia culinaria, la exclusividad no son lo que importa, es posible obtener tanto placer en los grandes templos de la gastronomía como en los comedores más humildes y elementales.
Para obtener una experiencia agradable en un restaurant, se requiere cumplir tres sencillos requisitos: Un ambiente exageradamente limpio y ordenado,  la atención esmerada, y platillos al menos aceptables.
Tres mínimas exigencias que según mi experiencia muy pocos restaurantes cumplen en nuestra ciudad, el caos en los salones abruma, pisos sucios, servilletas salpicadas, potes derramando salsas, mesas grasosas, insectos en los rincones, meseros desalineados, descuidados y por si fuera poco, desinformados; propuestas gastronómicas repetitivas, cientos de chifas con vegetales recocidos, cientos de pollerías con papas sancochadas en aceite quemado, hasta noticias de restaurantes cerrados por plagas de insectos que después de una semana vuelven a abrir y se vuelven a llenar. Sépanlo, vamos por el camino equivocado.  Si nosotros como comensales no exigimos estos mínimos requisitos, seguiremos por el camino erróneo, el camino en el que nuestra gastronomía no mejora, no evoluciona, no es reconocida, no es respetada.
Hace unos días almorcé en un restaurante, y enorme fue mi asombro con la grata impresión que me llevé. De entrada fui recibido de manera atenta y rápida por el mesero que se encontraba correctamente vestido y presentado, nos dejó la carta y se retiró, al ver los alrededores del restaurant fui sorprendido al ver que el piso blanco se mantenía blanco, créanme que es un gran riesgo decidirse por colocar  piso blanco en un restaurant, pues o te mata o te enaltece, no hay medio fuero, el ambiente fresco se debe a una docena de ventiladores que hacen más agradable la estancia, los platos fueron servidos muy rápido, pero ojalá que la llegada de los platos hubiera sido lo correcto, es decir: todas las entradas juntas, y todos los platos de fondo juntos, es incómodo que llegue primero un plato y después otro; es decir, si llega mi plato primero tengo que esperar que llegue el plato de mi invitada para poder empezar con el almuerzo, ese es un detalle a mejorar aun incluso si trabajan con rapidez.
Pero cierto es que por primera vez en dos meses encontré platillos correctos en sabor, presentación y temperatura, una cevichería que tuvo la decisión acertada de acompañar sus platillos con salsa de rocoto y ají amarillo, en vez de la no menos rica, pero sí regional salsa de cocona y charapita. Una correcta Leche de Tigre, un suculento Chupe de Camarones y un contundente Tacutacu de cabrito deshuesado, hicieron de esta mi mejor experiencia gastronómica en la ciudad y claro cuando eres bien atendido dejas como en las grandes ciudades el 10% de la cuenta en propina, así mantenemos incentivados a los colaboradores que nos atienden.
Por cierto el restaurante es “El Nuevo Sabor Monsefuano