Piensas: Maestra Amazónica

Diana se mira al espejo, la vida ha sido todo un reto interesante en el cual se introdujo sin darse cuenta, está cansada, asombrada de su perseverancia, suspira nostálgica, acomoda su cabello, lo acaricia lentamente, se da cuenta de lo áspero que está, el sol que la acompaña todos los días a cumplir sus labores no fue tan piadoso, remembra su juventud, su belleza sacrificada, se mira por unos segundos fijamente el rostro, no le importa las consecuencias, ella ya no existe como individuo, sus hijos, su trabajo y su esposo, lo son todo.
Recuerda cuando salió de la secundaria, ya graduada también de secretaria ejecutiva, abrió sus alas hacia la capital del país, a estudiar aviación comercial; a esa edad los sueños cubren todos los vacíos emocionales que se puedan haber acarreado silenciosamente; sus orígenes amazónicos europeos, le daban el perfil perfecto para sus funciones de aeromoza, donde la sonrisa impera y la estabilidad es momentánea como las pocas paradas que uno tiene sin viajar. Le parece muy lejana aquella señorita, se toca las arrugas postradas por el tiempo y por las pocas horas que tiene para dormir, se levanta de madrugada para ir a trabajar por los niños que están a su cargo, se da cuenta que su piel ya no es llana, ahora hay marcas que no se borrarán; la vida te recompensa de otra manera lo que te quita; las grandes lecciones que impartió en su nueva etapa, sirvieron para que muchas personas sin recursos económicos logren tener seguridad de sus derechos y luchen por mejorar sus condición social.
Dejó todo en Lima, para volver a su natal Iquitos y dedicarse a ser madre, la contextura que su cuerpo mantenía fue desapareciendo, su esposo no paraba mucho tiempo en casa, sus negocios fuera de la ciudad, mantenían a Diana en episodios esporádicos de angustia y raros bordes de depresión, su primer hijo llenaba absolutamente su agenda; misteriosa dependencia que vuelve esclavos a los seres humanos; nació se segunda hija, y ya tenía más compañía, el dinero justificaba totalmente la ausencia de la imagen paternal, aún Diana no pasada de los treinta años y su contextura era el doble de lo que tenía antes de empezar esta aventura, no se sentía atractiva, se dedicaba exclusivamente a saciar las necesidades desbordadas y a veces innecesarias de sus hijos.
Aburrida de su rutina absurda, con dos hijos encima, decidió volver a estudiar algo más, su esposo quería que eligiese derecho o ingeniería, pero ella estaba convencida, amaba tanto a sus muchachos y como ya estaban por encima de la pubertad mostraban poco interés en pasar momentos con ella, típico de la edad, Diana decidió ponerse a estudiar para ser Profesora de Primaria. Le decían que lo que iba a  ganar no le alcanzaría para lo que estaba acostumbrada, que desistiera, pero no hizo caso alguno, el tema económico poco le interesaba en ese momento; la vida tiene lecciones que sorprenden y generan cambios trascendentales; se graduó en su tercera carrera siendo una de las más destacadas de la promoción y con su tercer hijo que acababa de nacer, su hijo mayor era una promesa del teatro escolar y líder estudiantil de la secundaria, su hija una talentosa música dentro de la orquesta de su colegio y gimnasta destacada en la primaria, su esposo estaba orgulloso de ella y su empresa crecía, Diana se sentía feliz, renacía nuevamente, había recuperado su peso y la ilusión de proyectarse al futuro,  iba a poder dar educación de calidad a los niños de los colegios estatales a donde ella quería ir a trabajar.
El cambio de gobierno hizo una mala jugada al esposo de Diana, perdieron todo el dinero ahorrado, su empresa fue clausurada y los juicios agobiaban a la familia, el hijo mayor se desconectó del problema y viajó a Lima a vivir bajo sus propias oportunidades, la familia entró en crisis, y Diana empezó a trabajar pero ya no con esa energía de poder brindar algo extra que ayude a trascender a los demás, la preocupación la hacía actuar en automático, tenía que mantener bajo otro sistema a su familia, la adaptación les costó más que lágrimas, dejaron heridas, heridas que nunca dolieron en el momento que aparecieron, porque ni tiempo para pensar había, se mantuvieron calando profundamente por años. La sanación llegó con el tiempo, con palabras de gratitud que fueron curando cada vacío y llevando al aprendizaje a una comprensión de la vida por encima de lo material.
“Gracias profesorita por su ayuda, gracias por hacernos ver que valemos, que somos importantes” “Que emoción profesorita que venga a nuestra celebración del pueblo con toda su familia, bienvenidos sean” “Profesorita dígale a su hijo que muchas gracias por venir a enseñarnos inglés, que vuelva ponto” “Profesorita mi mamita te manda este platanito y pijuayo para que lleves a tu casa, no sabemos cómo agradecerte que vengas gasta acá” “Profesorita gracias por celebrarnos nuestros cumpleaños, nunca habíamos comido una torta” “Profesorita gracias a su familia y a sus amigos por estos regalos que nos están enviando por la navidad, que bonita es la navidad profesorita gracias a usted” “Profesorita que pena que te tengas que ir, pero entendemos que tienes que ir a ver a tus hijitos” “Profesorita, gracias por escucharnos y darnos esos consejos para vivir mejor” “Profesorita yo te cargo tu mochila para que no te canses toda la hora del camino hasta el colegio” “Profesorita qué valiente eres para pasar nadando esa quebrada que inundó el camino” “Profesorita gracias por querernos” “Profesorita que Dios te proteja siempre”
Diana se vuelve a ver al espejo, está llorando, superó todas las rocas que tuvo que mover con sus propias manos para seguir el camino correcto, y todo, todo su esfuerzo fue pagado por lo bien que anda nuevamente su familia, unida y fortalecida. ¡Feliz Día a todos los Maestros Loretanos, mi gran aprecio y apoyo en su lucha por sus justos derechos, hacen una gran labor!