Piensas: Cartas perdidas

Fernando Herman Moberg Tobies
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hmoberg@hotmail.com
@FernandoMobergT

 

 

Cuando ingresé a la universidad no imaginé el viaje personal introspectivo por el que iba a pasar, resultó tan sorprendente que a veces ni recuerdo las ideas que tenía en esos momentos de mi vida y cuando lo hago me causa gracia y asombro. Apunté en mi cerebro que nunca hay una meta final, nunca es suficiente el esfuerzo invertido en este sistema artificial, la vida que el hombre ha perfilado como perfecta es tan agotadora que nunca logramos saciarnos por completo.
Volví a la ciudad en busca de estabilidad cerca a mi familia, había dejado todo lo que consideraba que valía la pena por lo cual luchar y persistir en la fría capital, dejé los círculos sociales donde me sentía cómodo y volví al lugar a donde tenía que volver a empezar. Mi padre me había conseguido un trabajo por la frontera, en un lugar donde solo daban luz unas cuantas horas en la noche, las personas del lugar no se dedican a nada más que a la pesca y a la agricultura. Daba clases de teatro en el único colegio que tenía el pueblo, paraba todo el día con camisa manga larga y jeans para protegerme de los moscos; el cambio abismal de una independencia cómoda y posicionada en el sistema económico que gobierna la sociedad, con el de alejarme a tener que trabajar por primera vez en un lugar donde no hay aparentemente nada atractivo que ofrecer, terminó siendo trascendental, tuve el tiempo necesario para reconocerme, conversar conmigo mismo y dirigirme hacía lo que hoy en día ando involucrado con pasión y firmeza.
En el primer ciclo no soportaba a mis compañeros, estudié la primaria y secundaria en un colegio privado de varones donde no era normal escuchar ciertas frases para demostrar el cariño excesivo, no existían códigos de relacionarse con muecas o gestos simplones y absurdos, acabé la secundaria y fui a continuar mis estudios en la capital, en las ruedas en las que andaba no solíamos estar hablando de las personas ni hacíamos chistes groseros. Llegaba a la universidad, entraba a clases y salía, intentaba en lo mínimo relacionarme, mi objetivo era aprender, no hacer vida social, más aún con personas que no encontraba interesantes, lo que hacía que extrañe volver a Lima. A diferencia de cuando estaba en la selva en donde toda teoría de empezar algo nuevo parecía hermoso, en la práctica estaba complicado, yo ya no trabajaba, mi padre había quebrado años atrás y a las justas me dieron una moto barata para movilizarme, dos soles diario para copias, el proceso de adaptarme a algo a lo que no había estado acostumbrado era fatal, mi padre no podía levantar su empresa, estaba con juicios que lo atormentaban de ir a la cárcel, mi madre tenía que trabajar para mantener a mis hermanos y yo no sabía que hacia acá.
Segundo ciclo, entro en crisis emocional, me sentía aburrido, vencido, humillado y desesperanzado, de los cuatro meses de clases sólo asistí el primero, los demás me las pasaba encerrado en el cuarto donde alguna vez antes de acabar el colegio era confundidamente feliz. El alcohol gratis que me ofrecían mis amigos me distraía un poco de la frustración hasta que una infección a las amígdalas me hizo temblar con escalofríos, me hizo detener ese ritmo sin éxito, y me di cuenta que algo andaba mal, descuadrado en mí mismo, lo que estaba viviendo no era lo que yo consideraba que era lo que merecía. Un amigo me llevó a tomar ayahuasca, planta a la que no le doy atributos mágicos ni alucinadores, sino un gran valor de introspección bloqueadora, fui a mi pasado, a mis recuerdos primarios y no podía huir de ellos, me veía cuando era un niño sin prejuicios, sin complejos, sin soberbia, sin nada más que amor en mi corazón, veía el esfuerzo de mi familia y entre otras cosas que terminaron dejándome en blanco, como lienzo nuevo donde podía empezar una nueva obra, un nuevo camino. Estaba fascinado con las respuestas que había conseguido de mi propia energía con ayuda del Ayahuasca, y sin darme cuenta me estaba convirtiendo en el otro lado de la moneda que antes criticaba y no conocía.
Me matriculo en los cursos que había jalado y avanzo otros, empiezo a rechazar invitaciones a reuniones, fiestas, comidas, salidas que implicaban gastar dinero que no tenía, me había propuesto verme como estudiante y que ese sería mi papel, decidí dedicarme solo a estudiar y divertirme de acuerdo al momento y oportunidad, aprendí que para poder vivir sin estrés hay que desviar, mover, sacar, quitar los estímulos que puedan provocarte algún sentimiento no favorable, y así lo hice, me alejé de los grupos con los que había crecido, estratégicamente me desconecté y formé un espacio en donde invertí mi tiempo para compartir y aprender nuevos conocimientos.
Por la formación que tuve y el apoyo de mi familia fue fácil levantar la idea que estaba construyendo, al principio motivado por los cambios que se estaban dando en mi interior consideraba que todos estaban en el mismo viaje de ver las cosas con objetividad, pero me equivoque rápidamente, yo los alentaba a hacer cosas diferentes y acabé como el malo del cuento, que solo daba órdenes y no metía la mano, que todo quería rápido, que solo quería salir en la prensa, entre otras cosas. Conversaba con el grupo e igual seguían llegando comentarios negativos que hablaban a mis espaldas, así que antes de alejarme y seguir avanzando cargando sólo la responsabilidad, les dejé en claro que entendía lo que sucedía y les expliqué que era una pena, ya que no estaban acostumbrados a trabajar y demostrar resultados, que aún eran hijitos mimados que no son capaces de buscar soluciones sin dar excusas, les recordé que para que un proyecto sea aprobado había que estar horas preparándolo y días detrás de las autoridades académicas para que tomen interés en algo que no genera ingreso económico a la universidad. Les recordé que les pedía que me acompañen a ver los documentos para que se den cuenta que somos un grupo organizado y salían con que no pueden faltar a clases o que están haciendo trabajos, que a esa hora duermen o almuerzan juntos en familia, entre otras respuestas que cuando salgan a un ámbito competitivo laboral, se darán cuenta que yo sólo intentaba demostrar calidad que implica esfuerzo y sacrificio, al final me consolé aceptando que nunca habían trabajado y que seguirían en sus burbujas distractoras, las circunstancias que yo andaba experimentando eran diferentes  a las lecciones que ellos tenían que pasar.
Salí a la cancha, empecé a conocer aún más la realidad, organizaba proyectos sociales académicos y la información que iba captando no dejaba de convencerme lo maravilloso del nuevo camino que estaba emprendiendo, conversaba con los pobladores y sus penurias tan reales y básicas eran un golpe a mis caprichos existenciales, me tragué mi orgullo, mi ego, mis alucinaciones, mis vanidades, mis dilemas, y empecé a ser una voz más contra las injusticias sociales que existe en una realidad manipulada para intereses cerrados.
Empecé a viajar, a dar conferencias y representar a la universidad en eventos nacionales, conseguí salir en medios de comunicación nacional obsesionado en demostrar que en la provincias maltratadas y choleadas del Perú también hay personas con talento y esperanza que quieren hacer lo correcto y a veces no hay el espacio o facilidades, mis amigos se reían, me decían que el resentimiento o tantos adjetivos que me ponían era lo que me estaba moviendo, me daba tanta gracia porque por primera vez sentía que no solo me beneficiaba a mí, sino que podía ser un referente para otros soñadores que no tienen la culpa de las circunstancias que les tocaron vivir, así que los comentarios no me movían el piso.
Llegué a la televisión, al periódico, y a donde voy llevo el mismo mensaje de equidad, justicia y oportunidad, han intentado destruirme y puede que en alguna de esas batallas haya perdido, pero no dudé en volver a levantarme aunque sea desde cero, y volveré a caerme y no dudaré en volver a correr sin o tropezando, con la frente en alto a veces con lágrimas y a veces con sonrisas, pero seguiré. Antes creía en el materialismo, ahora creo en la equidad, antes creía en el poder, ahora creo en las oportunidades, antes creía en la venganza, hoy creo en la justicia de la reacción.
Terminé la universidad, vencí algunos de mis demonios y falta que siga cazando a otros escondidos por ahí, aprendí a ser sincero conmigo mismo y a respetar la lucha interna de cada persona. Intento ser consistente en lo que hago y lo seguiré intentado a pesar de las consecuencias, por mi selva y porque para eso estamos destinados, para re-evolucionar.