Piensas: Bendecido

Por: Fernando Herman Moberg Tobies
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hmoberg@hotmail.comPiensas

“Nadie te va a ayudar en la ciudad, vas a pasar hambre, no tienes dónde dormir, ¿dónde te vas a quedar? te van a matar cuando estés dormido para que vendan tu cuerpo, no te vayas hijo, qué pues necesitas, tienes comida, donde dormir y a tu familia que te quiere” le dice su padre.
La abuela de Chota está enferma, ningún curandero del pueblo puede ayudarla, uno de los predicadores de la iglesia evangélica que impuso sus ideas en esta tierra, le comenta que si un verdadero médico la viese podría curarla; tiene siete hermanos menores que él, está por terminar la primaria y la vida en armonía con la naturaleza lo espera, pescar, recoger leños para la candela, cultivar en la chacra, vivir sin el estrés de cumplir los resultados para la paga económica que condiciona la vida del humano citadino plástico, pero él siente que hay algo más por hacer, porque no entiende que si Dios es bueno y ellos viven protegiendo la naturaleza ¿por qué la enfermad no les dejaba? Observa las lanchas pasar por el otro extremo del río, van y vienen con muchas personas a bordo, Chota quería ver que había más allá, lanzarse a conquistar y entender al hombre desde otra concepción.
“Me voy Padre, espero entiendas que no me voy a olvidar de mi familia, y no quiero que te quedes molesto, viejo, reza por mí y que si Dios existe, escuche y vea que no somos malos y que me ayude, porque yo igual me cuidaré mucho, y volveré por mi familia, ya verás que valdrá la pena”. Chota se abraza con su padre, no hay palabras, solo el amor en su máxima expresión, desear lo mejor a alguien incondicionalmente. Sube a la canoa que lo separará del lugar donde nació, aquel lugar donde solo la luz del sol alumbra el día, y el sonido de la naturaleza apacigua las noches. En seis horas estará en la ciudad de Iquitos, su primo Javico lo acompaña para regresar el transporte, su familia no tiene ni un centavo para que Chota pueda llegar en peque peque, si tenían algunas prendas de ropa era por los misioneros que pasaban tratando de modificar sus ideologías cósmicas por un Dios que pide diezmo y que no hace nada frente a tanta maldad de su creación, o si algún político pasaba por esa zona pidiendo votos les regalaban polos, la familia de Chota, y todos en su comunidad, se dedican a convivir, respetar y cubrir sus necesidades con la naturaleza.
Divisa a sus hermanos menores en la orilla, a sus padres y a su abuela enferma que lo miran en silencio, moviendo el brazo con un nudo en sus expresiones, lo despiden a pesar que no lo quieren dejar ir, todos los pobladores de aquel pequeño paraíso se unen, dan cánticos de bendición para el camino que va a emprender el hijo que se va; la brisa fría se levanta intentando secar las lágrimas del joven Chota, que no entiende por qué se quiere ir, pero hay algo que lo empuja, observa una vez más a su familia que va quedando atrás, suspira mirando al cielo y se recuesta buscando dormir en la canoa mientras Javico rema.
En cuanto despidió a su primo, preguntó dónde se podía estudiar gratis, llegó caminando hasta el tecnológico donde se matriculó y esperó la noche para poder descansar sin que nadie lo descubra. Intenta que el miedo no gane espacio en sus pensamientos, está recostado en la parte trasera de donde estudiará mecánica, no tiene dinero, ni qué comer, no tiene dónde vivir, ni quién acuda a rescatarlo por si necesita de alguien, pero Chota tiene esperanza.
“Vengo a inaugurar este colegio secundario, que permitirá que se conozcan más cosas, vengo a dar la mano a esta juventud con gran espíritu, que se merece la oportunidad de demostrar el valor de su cultura y su tenacidad para luchar por lo que es justo para uno y para los demás”. Chota regresó a su pueblo, la nostalgia lo invade, han pasado más de cincuenta años, algunos de sus hermanos murieron junto a sus padres en la peste que azotó su natal, y las dos hermanas que quedaron, él las saco inmediatamente hacia la ciudad. Chota recuerda el día de su partida de aquel lugar, está en la misma orilla de donde su familia lo despidió, imagina la canoa, a Javico remando, a él mismo mirando inmóvil hacia el lugar donde está ahora, se asombra del camino que recorrió, empezando durmiendo en una vereda y terminando siendo uno de los Diputados más importantes del Perú, recuerda a su padre y lo que le pidió, que jamás lo abandone en sus pensamientos, estaba bendecido.