Para evitar la corrupción hablemos de moral

El titular  descrito en este tema,  cae a pelo tras comprobar  que desde la puesta en funcionamiento de la regionalización,  el saldo arrojado tiene un alto costo desfavorable, cuya factura  la pagan, como de costumbre,  las poblaciones marginadas y pobres.

Lo antes dicho que podría  resultar un juicio a priori, termina siendo una verdad  a todas luces irrefutable,  comprobada a diario  por   todos los  ciudadanos de  provincias y distritos, a partir de hechos  que son incuestionables  para  sostener  que la corrupción tiene, en este descentralizado  sistema, un  espacio propicio para realizar  actos deshonestos  que lindan con lo inmoral y delictivo

No es novedad que diariamente   se lea, vea y escuche  que  Iquitos está en el ranking de las ciudades  corruptas del país. Circulan denuncias  de malos manejos por falta de inspección y porque el procedimiento  re-creado  por ciertos funcionarios, lo hace poroso, vulnerable y  le abre las puertas   para dispendiar,   a su libre albedrío,  los dineros del fisco; y nadie sale al frente para evitar tremendo estropicio.

Aquí recordamos diversos actos ocurrido en  el pasado,  en el que para limpiarse de  una acusación los funcionarios  comprometidos  inculpaban  de manera    irresponsable a funcionarios honestos,  imputándoles delitos referidos a    obras mal terminadas: y la  acusación progresaba, sin tenerse en cuenta   una pizca  del prestigio  ganado por tales funcionarios a través de largos años.

Tales actos ponían de manifiesto,  además un total desconocimiento de los juzgadores   sobre  tales ciudadanos, un manejo punible   y puesta en agenda  para abrir proceso a quienes resultaban de acusadores en acusados.

Estimamos que para evitar que los actos de corrupción sean característica especial en las inversiones ya sean mundiales o regionales, debe darse una ley especial para que los vecinos favorecidos con tal o cual obra, formen una comisión de vigilancia vecinal, que fiscalice desde el inicio de la obra o trabajo, todo lo referido a la necesidad real ya sea de dinero o material de construcción, anotando hasta el  mínimo de inversión para lograr cuadrar  cuentas.

Podría alegarse que nadie quiere trabajar «ad honoren»; sin embargo a tal posibilidad se opone el hecho de que el trabajo  ciudadano solo se desarrollaría durante el tiempo que dure la ejecución de la obra  y habrán prestado un servicio ejemplar a la sociedad que los alberga.