No nos contentemos con poco ni nos apasionemos por mucho. Fomentemos la cultura del justo medio.

Por Luís Roldán Ríos Córdova rioscordova2010@hotmail.com

Tal vez esto se entienda como una apología del conformismo o la esperanza que se da a los devotos empobrecidos por el sistema, diciéndoles que de ellos será el reino de los cielos, o que me refiero a los acomodos de aquellos  que no quieren luchar y dicen que la felicidad está en contentarse con lo poco que se tiene. No es así. No pretendo eso.

El título de este artículo debe ser el pensamiento de todos aquellos que desean vivir en paz todo el tiempo frente a las exigencias de la vida moderna, es decir, defiendo la filosofía de encuadrarse en el equilibrio del justo medio como principio rector de nuestros pensamientos para que nuestra existencia esté permanentemente motivada por el sentido que hay que darle a la vida en sus dimensiones sociales, físicos, psicológicos y espirituales, luchando siempre por tener algo más de lo poco que se tiene sin entrar en los terrenos de la desesperación y la angustia que nos trae la pasión por lo mucho.

Michael Douglas, de 66 años, millonario actor cinematográfico, revela que el último deseo que tiene, si lograba vencer su enfermedad, es jubilarse y abandonar  Hollywood para dedicarse a dar la vuelta al mundo con su mujer y sus hijos. Douglas opinó que renunciando tendría la oportunidad para dedicarse a la paternidad a tiempo completo, luego de enterarse del cáncer que padece.

¿A cuántos les habrá ocurrido lo mismo o nos tendrá que ocurrir eso para valorar a la     familia y a los hijos, como principio y fin de la paz interior?

¿Cuántos que han superado la barrera del justo medio están más preocupados por su empresa que por lo que le ocurre a sus hijos o la familia?

¿Cuántos de aquellos que tienen más de lo que necesitan, se dan cuenta que sus hijos ya crecieron y no gozaron los primeros pasitos, el primer mamá o papá que nunca se va a repetir?

El problema está cuando es mayor el interés de mantener el nivel social que da el dinero que el abandono moral, psicológico o espiritual de nuestros hijos; muchas veces con el consuelo de que el sacrificio vale la pena a cambio de no hacerles faltar nada (material).

¿Este sacrificio es realmente para mantener bien servida a la familia o es para satisfacer  egoísmos personales de quienes piensan así?  Habría que auto examinarse. Aún siendo por ambas razones, no está muy bien que digamos.

Algunos padres tienen tanto dinero que se hace más importante las obligaciones para con los amigos, la economía y el qué dirán. El mismo daño hacen los padres que tienen poco y se refugian en el alcohol, el juego, la juerga, o los amigos con  el pretexto de que hay que vivir la vida, o que sólo se vive una vez. Otros, los que se separan de los hijos en busca de mejores horizontes económicos y/ o culturales que no está mal, dicho sea de paso, se van al extranjero o envían a los hijos a Lima, los de Lima al extranjero, de modo que la familia siempre parece ser producto de un pacto social en aras de la pasión por lo mucho y no el deseo de vivir el hogar en todas sus dimensiones ¿Valdrá realmente la pena  desarmar el hogar renunciando a los hijos? ¿Será suficiente el tiempo que vamos a estar en este mundo junto a ellos ante la eternidad de la muerte que nos tendrá separados? También habría que meditarlo.

No estoy apostando por contentarnos con poco, que quede bien claro, es algo por el que jamás apostaría. Los padres debemos dar el ejemplo a los hijos para no ser quienes se contenten con poco, pero al mismo tiempo enseñar que las ambiciones sin freno es nunca estar satisfecho y esto como el otro  son caminos equivocados.

Si ambos lo hacen por la felicidad, cuidado que refugiarse en el contento por lo poco puede ser cobardía y la pasión por lo mucho insensatez.

La felicidad llega al hogar cuando no se fundamenta en el conformismo de contentarse con poco ni se ha entregado a la voracidad de la pasión por lo mucho.

El justo medio es el regulador natural entre el conformismo quedo y la ambición descontrolada.

Ni poco que te asfixie ni mucho que te ahogue. Esto que es aplicable en el amor, puede aplicarse también en la economía del hogar y en la búsqueda de seguridad, pariente de la felicidad.

¿Cuánto es poco y cuánto es mucho?  Aquí está la cosa…

Esto obedece generalmente a ambiciones individuales del que funda una familia y no se trata precisamente de eso, de individualizar intereses, se trata del conjunto integrado de la familia  en armonía con su futuro y de la supervivencia del hogar en relación a la felicidad o la infelicidad de todos los que nos rodean, que de por sí no es tarea fácil, menos si hay poco entusiasmo de entremezclar intereses de una familia que ya no eres sólo tú y de que las cosas lo tomemos de ese modo.

Conocemos tres casos de madres muy adineradas asesinadas al parecer con la participación de las hijas. Aquellas madres han rendido culto (individual) a la pasión por lo mucho, poniendo a los hijos en el lugar menos indicado del hogar y de los sentimientos. Claro, lograron la posición económica y social deseada. Desde el más allá esas madres, asesinadas con la complicidad de la hijas se preguntarán ¿Valió la pena?

Hay hogares que se desarman por tener poco y otros que se destruyen por tener mucho. ¿Dónde está el justo medio? Indudablemente está en medio de los que nos  contentamos con poco y de los que nos apasionamos por mucho.

Poco es no tener para cubrir todas las necesidades dentro de lo elemental y lo moderno y mucho es ir más allá de lo elemental y lo moderno para instalarse en lo superfluo y lo boato, probablemente ambos buscan seguridad, pero esa búsqueda se convierte en inseguridad en ambos casos y con ella la sensación permanente de insatisfacción, pariente de la infelicidad.

Finalmente, comer mucho hace tanto daño como comer poco; algunas veces se puede decir que tener mucho dinero es tanto problema como tener poco, sólo que en diferentes terrenos.  En el deseo de hacer apología de la paz interior te invito a caminar por el centro amigo lector. …tú decide.