Necesarias revisiones técnicas

Si nos cuesta unos tantos soles del bolsillo y que signifique amenguar nuestro alicaído presupuesto diario, somos los número uno en oponernos, cuando de exigirnos la revisión técnica de nuestro vehículo, se trate. Si sucede un accidente de tránsito por una mala práctica del conductor sumada a una deficiencia técnica del vehículo, estamos en primera fila para gritarle lo irresponsable que puede ser, con mayor razón si las consecuencias son de gravedad para los pasajeros, en caso de vehículo de transporte público.
Es que somos así, contradictorios, no todos por supuesto, sino las calles serían unas vías con mayores conflictos. Sucede que todavía estamos en ese proceso de aceptar nuestras obligaciones con lo público, en este caso enmarcado en el tema de seguridad ciudadana, porque lo mínimo que puede exigir un pasajero es viajar con las seguridades que la ley indica.
Una de ellas es la revisión técnica de los vehículos en general, que hace un tiempo atrás, aunque es todavía un tema de actualidad, nos presentó a centenares de transportistas reclamando en las calles por el costo y negándose en muchos casos a que se instaure con mayor severidad la revisión técnica vehicular. Esto último es lo que más preocupaba, la falta de consciencia de la necesidad de la existencia de las revisiones técnicas, lo primero respecto a costos es una competencia directa de resolver de las autoridades que intervienen. Ojalá no costara nada, pero bueno, es que aplicarlo tiene su costo.
Volviendo a la falta de consciencia, esto se pudo evidenciar recientemente cuando un colectivo, felizmente sin pasajeros quedó en pleno trayecto por la pista urbana de Iquitos, sin una llanta, esta salió disparada y pudo afectar a otro vehículo o a peatones, por suerte o gracia de Dios, nada contra seres humanos sucedió; lo que sí el carro sufrió la ocurrencia del chofer de seguir conduciendo con tres llantas, una delantera y dos traseras. Semejante espectáculo para una nota pintoresca, pero que nos ofrece varias lecturas.
Una de ellas que al chofer le interesa casi nada el perjuicio mayor que le puede causar al vehículo a seguir conduciendo en el estado que tenía, y otra que el propietario muestra así su desprecio por las revisiones técnicas eficaces, seguro habría pasado y ostenta la certificación del caso, pero que la llanta salga disparada es más que la confirmación que el vehículo estaba en pésimas condiciones. Lo sucedido nos lo confirma para nuestro riesgo cuando usemos el servicio público de pasajeros. ¿Y los transportistas? Mutis total.