Lucas, el bebé símbolo del amor

Nació en medio de la tragedia. Una bala perdida segó la vida de su madre. Él nunca la verá, nunca tendrá su amor, no conocerá el amor de madre, sino aquel que desde el infinito le llegará al alma.

 

Lucas, de apenas días de nacido, también fue impactado por la bala. Esa bala que recorrió el cuerpo de su mamá como una abrupta convulsión que afectó seriamente la constitución corporal del pequeño.

 

En estos días de preparativos para la Nochebuena donde la familia se reunirá para celebrar el nacimiento del hijo de Dios, ocasión para confundirse en abrazos colmados de cariño, y cómo no, brindar por la paz y el amor con un champán, detengámonos un instante y pensemos en Lucas, ese pedacito de amor que nos ha enviado Jesús, para en él depositar un donativo, una pequeña colaboración para que su dolido papá le compre las medicinas que necesita para que su recuperación sea rápida y sea un niño normal.

 

Lucas ha venido porque Dios quiso,  para darnos un motivo de abrir nuestros corazones y ofrecerle, en su nombre, nuestra ayuda.

 

Lucas es un niño pobre, a quien la burocracia, hace dos noches, le negó la posibilidad de hacerse una tomografía para detectar claramente las lesiones que sufre, porque no está registrado en el SIS. Eso felizmente se superó gracias a una gestión que tuvo respuesta inmediata.

 

Lucas es nuestro símbolo navideño.  No nació en un pesebre, sino en un hospital donde fue extraído del vientre de su madre moribunda. Lucas vive en una incubadora, sin su madre, pero acompañado por la gracia del recuerdo del nacimiento de un niño, sucedido hace más de dos mil años, a quien también quisieron matar.