Los valores morales de un juez

El Papa Francisco  recientemente ha hecho referencia directa al sistema judicial, al afirmar que los jueces deben evitar las «visiones personales» y sus «convicciones
ideológicas» al emitir sus fallos. En un reciente  discurso ante jueces italianos, el Papa se detuvo sobre todo en el «aspecto ético» de la labor de los magistrados. Destacó que en cada país existen normas jurídicas «que tienen por objeto proteger la libertad y la independencia del magistrado, para que se den las garantías necesarias para cumplir con su importante y delicada labor». Y por ello, agregó, esto pone a los magistrados «en un lugar destacado para responder adecuadamente al cargo que la sociedad les ha confiado y para mantener imparcialidad y discernir con objetividad y prudencia».
Francisco destacó cómo «del juez dependen decisiones que no sólo afectan a los derechos y a los bienes de los ciudadanos, sino que se refieren a su propia existencia». Según el Sumo Pontífice, un juez debe poseer «cualidades intelectuales, psicológicas y morales que den garantía de fiabilidad para una función tan importante». Pero entre estas cualidades, Francisco destacó que la más importante es la prudencia. «Si se tiene prudencia se posee un elevado equilibrio interior capaz de dominar las presiones que llegan del propio carácter, de las visiones personales o de las convicciones ideológicas». Al dirigirse a los magistrados italianos, les instó a esforzarse para «ser un ejemplo de integridad moral para toda la sociedad». En este contexto, destacó la figura de Vittorio Bachelet, dirigente de Acción Católica y presidente del Consejo Superior de la Magistratura y que falleció en 1980 en un atentado durante los llamados «años de plomo» en Italia. También recordó también a Rosario Livatino, quien fue asesinado en 1990 por la llamada Stidda, una mafia siciliana. El Papa dijo sobre ellos que «fueron testigos ejemplares del estilo de los fieles laicos cristianos, leales a las instituciones, abiertos al diálogo, firmes y valientes en la defensa de la justicia y la dignidad de la persona humana». La mención del Papa al juez asesinado por la mafia llega algunos días antes de su visita el próximo domingo a Cassano Allo Jonio, una pequeña localidad de la región de Calabria, en el sur de Italia, donde la mafia local, la Ndranghetta, asesinó el pasado enero junto con su abuelo a Nicola Campolongo, un niño de 3 años, lo que causó una gran conmoción en todo el país.
Discurso completo del Papa ante los jueces italianos: Pido perdón por la otra vez, de verdad. A la mitad de la mañana he tenido un malestar, fiebre, tuve que cancelar las citas. Perdón por esto. Doy mi bienvenida a ustedes, que componen el Consejo Superior de la Magistratura, a los colaboradores y familiares. Agradezco al Profesor Michele Vietti por sus amables palabras; y extiendo un caluroso saludo al presidente de la República que preside esta Institución. La tarea confiada a ustedes al servicio de la nación tiene como finalidad el buen funcionamiento de un sector vital de la convivencia. Por lo tanto, deseo expresar mi estima y mi apoyo para su actividad y para quienes se dedican a este sector con la conciencia tranquila y con un profundo sentido de responsabilidad cívica y legal.
Querría centrarme en la ética que la oficina del magistrado encarna. En cada país, las normas jurídicas son destinadas a tutelar la libertad y la independencia del magistrado, para que cumpla con las garantías necesarias con su trabajo delicado e importante. Esto le pone en una posición de particular importancia, para responder adecuadamente al encargo que la sociedad les fía, para mantener una imparcialidad siempre indiscutible, para discernir con prudencia y objetividad basándose sólo en la justa norma jurídica, y, sobre todo, para responder a la voz de una conciencia inquebrantable, conciencia que se basa en valores fundamentales.
La independencia de los magistrados y la objetividad del juicio de estas expresiones requieren una atenta y puntual aplicación de las leyes vigentes. La certeza de derecho y el equilibrio de los diversos poderes de una sociedad democrática, encuentran su síntesis en el principio de legalidad, bajo el cual trabajan los magistrados. Del juez dependen decisiones que no sólo afectan a los derechos y los bienes de los ciudadanos, pero que se relacionan con su propia existencia. En consecuencia, el sujeto juzgado, en cada nivel, debe poseer calidad intelectual, psicológica y moral que dé una garantía de fiabilidad para una función de tanto relievo. De todas las cualidades, aquella dominante y, diría, específica del juez, es la prudencia. Que no es una virtud para estar parado: «Yo soy prudente: estoy parado» ¡no!.
Es una virtud del gobierno, una virtud para llevar adelante las cosas, la virtud que inclina a ponderar con serenidad las razones de hecho y de derecho que deben ser la base del juicio. Habrá más prudencias si se posee un alto equilibrio interior, capaz de dominar las presiones provenientes del propio carácter, desde sus propios puntos de vista personales, por sus propias convicciones ideológicas.
La sociedad italiana espera mucho del poder judicial, especialmente en el contexto caracterizado, entre otras cosas, por un agotamiento del patrimonio de los valores y de la evolución del orden democrático. Que sea su compromiso el que no defraude las expectativas legítimas de las personas. Esfuércense por ser siempre más un ejemplo de íntegra moralidad para toda la sociedad. No faltan lecciones y modelos de gran valor en los que inspirarse.
Deseo mencionar la figura luminosa de Vittorio Bachelet, quien dirigió el Consejo Superior de la Magistratura en tiempos de gran dificultad y fue víctima de la violencia de los llamados «años de plomo»; y el de Rosario Livatino, quien fue asesinado por la mafia, que está actualmente en causa de beatificación. Han ofrecido un testigo ejemplar del estilo de los fieles laicos cristianos: leal a las instituciones, abierto al diálogo, firme y valiente en la defensa de la justicia y la dignidad de la persona humana.
El Señor, Justo Juez y Padre de misericordia, ilumine sus vidas y sus acciones. Su bendición acompañe y sostenga a cada uno de ustedes y su trabajo colegial, así como a sus compañeros magistrados y sus familias.