Las cuatro asesinas blancas

Por: Christian Cazabonne (Profesor)

:: Arranquemos por «el azúcar blanco»:

Hace varios años atrás, el ser humano utilizaba las frutas maduras, los frutos secos o la miel para endulzar. Luego, los españoles introdujeron en América el cultivo de la caña de azúcar y con el pasar del tiempo se comenzó a endulzar con este producto. Lamentablemente la sustancia que hoy conocemos como azúcar poco tiene que ver con el producto originario. Se trata sólo de sacarosa totalmente refinada y sin ningún nutriente. Según el técnico en dietética y nutrición natural, Néstor Palmetti, «además de no beneficiar al organismo y no aportar ningún elemento nutritivo y vital, resulta altamente dañoso. Es un verdadero peligro para la salud pública, por ser fuente directa o indirecta de muchos padecimientos modernos: caries dentales, acidificación de la sangre, descalcificación, arteriosclerosis, infarto de miocardio, diabetes, obesidad, acné, úlcera de estómago, colesterol, tensión nerviosa, problemas de circulación, hiperexcitabilidad, degeneración hepática, entre otras». O sea, una sustancia totalmente química y artificializada.

 

Según el doctor Bruker, investigador alemán y autor de varios libros sobre la salud, el azúcar blanco «es capaz de crear un estado de adicción del mismo grado que el ocasionado por drogas como la nicotina, el alcohol y el café. Existen estudios realizados en Estados Unidos que lo demuestran, pero que no se han hecho públicos por motivos económicos».

 

:: Ahora es el turno de «las harinas blancas»:

El gran problema de las harinas refinadas no es solo la eliminación de la fibra, sino la pérdida de diversos nutrientes como por ejemplo: vitaminas, minerales y enzimas. Lamentablemente todo no termina acá porque se le suma la aditivación de blanqueadores y mejoradores químicos para lograr un pan más esponjoso o una pasta más lisa. Además, cuando consumimos demasiadas harinas refinadas, la insulina aumenta y las grasas se transforman en energía. Todo esto tendrá efectos nocivos para el organismo, puesto que el aumento de peso será importante, más todos los problemas referentes al sistema circulatorio. A la larga acabaremos creando una dependencia, pues el cuerpo nos va a pedir más harinas refinadas.

 

:: Continuamos con «la leche vacuna»:

Ya van varias veces que escribo sobre el tema de los lácteos y las consecuencias que trae el consumo excesivo. Para ser conciso y concreto los lácteos aportan: grasa saturada, colesterol, la reactiva enzima XO (que en estado natural degrada nuestros jugos gástricos), caseína (alergénica y mucógena), aditivos, antibióticos, alto contenido de hormonas sintéticas, azúcares indigeribles (lactosa), exceso de vitamina D (20 veces más que la leche materna), una contribución a la osteoporosis (contrariamente a lo que se cree), estimula la permeabilidad de la mucosa intestinal, etc. Según Palmetti, la ingesta regular y abundante de lácteos, genera entre otras cosas «tilde inmunológico, desorden intestinal, mineral y hormonal, reacciones alérgicas e inflamatorias, permeabilidad intestinal, colapso hepático y renal, problemas respiratorios y circulatorios, gran aporte de mucosidad congestiva, acidificación corporal, daños neurológicos y endócrinos, estimulo tumoral, obnubilación mental, apatía y adicción, entre otros problemas».

 

:: Por último, «la sal de mesa»:

Está científicamente comprobado que en los países donde el consumo de sodio es alto, más elevada es la presión arterial media de los ciudadanos. Esto conlleva a que los riesgos de padecer infartos de miocardio, insuficiencias cardíacas, enfermedades renales e ictus cerebrales sean más altos. La sal de mesa, primero sufre un proceso de refinación para que llegue a nuestro hogar más «limpia y pura». Lamentablemente, lo único que se logra es dejarla más blanca, a un bajo costo para la industrias, ya que le agregan el cloruro de sodio ó cloruro sódico siendo uno de los peores venenos para nosotros. Luego le añaden yodo y flúor, ambos minerales tóxicos y reactivos.

 

:: En realidad lograr un cambio para mejorar la alimentación es más fácil de lo que uno cree:

1- El azúcar blanco lo reemplazamos por azúcar integral mascabo, miel, fructosa, stevia o yerba dulce.

2- La harina blanca, por harinas integrales.

3- La sal de mesa, por sal marina sin refinar o por condimentos varios para sazonar.

4- Los lácteos por leches vegetales, frutos secos, algas, verduras y frutas.

Fuente: Este artículo fue recopilado conjuntamente con Lenin Aguirre.

e-mail: prof.cazabonne@hotmail.fr