Las celebraciones de antaño

La Navidad y el año nuevo tenían singulares formas de celebrarse en Iquitos. Navidad era un motivo especial para los muchachos que seguían a los pastores que recorrían las calles de tierra de ese antiguo Iquitos, iluminado con la luz mortecina que daban pequeños focos de 15 watts desde lo alto de los postes de shungo de maderas duras de nuestra selva.

En la tropilla de los pastores siempre va «el viejo», abriendo con su bastón, el camino a los pastores que entonan conocidas tonadillas alabando el nacimiento del niño Jesús.

Y donde haya un altar navideño, ahí van a ofrecer sus danzas en honor al Hijo de Dios. Los dueños de casa  agasajan a los pastorcillos con dulces y chicha regional.

Sin embargo, en los caseríos y poblados rurales de nuestro departamento, la festividad navideña, además de los nacimientos a cual más peculiares y llamativos, era también el acontecimiento esperado con grandes expectativas donde la inspiración cultural de cada lugar salía a relucir como si se trataría de algún concurso, que no era el caso, sino la inspiración cosmogónica de la tradición oral de los antepasados cercanos que sembraron esas alegorías, sin saberse verdaderamente su fecundo origen.

Ver danzar a niños, jóvenes, adultos y hasta ancianos, frente al nacimiento, todos sin distinción con un  pañuelo asido entre los dedos índice y cordial, jugueteando vibratoriamente a la altura de las cabezas y bajando al nivel de las rodillas con leve inclinación de las cinturas, constituían un noséqué y un nosécuánto que solo ellos, los danzantes, tal vez, sentían en la intimidad de su creencia infinita de sus ancestros

Y el año nuevo, tenía la mejor fiesta de bienvenida con el ritmo del maestro Orlando Cetraro en el Centro Social Internacional o en el Club Tenis Iquitos, puntos obligados de la clase media. Pero más allá, el pueblo mismo, del hombre de a pie, de las modestas mujeres amas de casa y muchachos sin zapatos, las grandes celebraciones se daban en el barrio de pista de tierra, donde la alegría se vivía en cada modesta vivienda, compartiendo esa felicidad entre vecinos. Inolvidable el tiempo ido, más humano, más generoso, más solidario, más feliz.