En la historia de la humanidad, entre padres e hijos, se ha observado lo que los estudiosos de la conducta humana han diagnosticado como el conflicto de generaciones. Me refiero a aquellos padres que han reconocido a sus hijos, así los hayan tenido en divinos vientres fuera de sus sagrados matrimonios. No a aquellos que por una u otra razón desconocen la sangre de su sangre, sin saber que en algún momento la genética les castigará en uno de sus descendientes con el genotipo y el fenotipo que heredaron en un rapto de pasión. Hablando en castellano, como decía mi profesor de Anatomía y fisiología humana, el doctor Héctor Abel Donayre: no necesita fulano de tal una prueba de ADN, miren no más su cabeza pelada y su rostro parecida al caso o su cabello con pelo lacio o crespo o el color de sus ojos o hasta su manera de caminar o de hacer gestos (fenotipo) He tenido la suerte de reconciliar con mi querido viejo antes que muera. Fue una de las emociones más grandes y bonitas que tuve en mi vida. Si le hubiese hecho caso no estaría como estoy. Hagan caso a sus padres. Los jóvenes para justificar sus pecados capitales echan la culpa a sus genes. Es una verdad a medias. He conocido hijos de alcohólicos y drogadictos que nunca bebieron una sola gota de alcohol ni fumaron un troncho de mary jane; he conocido hijos de futbolistas fenomenales que incluso le pusieron nombres de mané, de Edsón, de Roberto Carlos, pero nunca llegaron a jugar ni carnaval; he conocido hijas de prostitutas que ahora son monjas o hermanas haciendo lo contrario a lo que hacían sus madres. Bueno lo importante de este mensaje es reconciliar con sus padres vivos, es decir con aquellos que les han reconocido, los otros, los sinvergüenzas no tienen cabida y muy pronto el barquero Caronte los llevará al hades, si pagan su peaje, sin diezmo, porque este barquero no acepta coimas. Abracen ahora a sus padres y si no lo han hecho aquí va una poesía para los padres que se fueron y supongo nos están mirando desde algún mundo paralelo:
TE AMO PAPÁ
Camino por la vereda
frente a la casa donde vivimos,
me detengo un momento
donde fue la panadería,
cierro los ojos, recuerdo tu adusta figura
recostada en la ventana de madera
de la casita blanca.
Veo lágrimas de guapo marino
bajar por tus morenas mejillas
al escuchar mis angustias y rebeldías.
Escucho el trueno de voz
echándome del dulce hogar.
Ahora que estoy
en el otoño de mi vida,
ahora cuando la llama de la bronca
se ha extinguido
te pido perdón,
y solo quiero decirte
¡TE AMO PAPÁ!
¡TE EXTRAÑO MI QUERIDO VIEJO!
¡TE AMO NAUTA DE RIOS, MARES Y AIRES!
Nota: del libro de «Poemas entrañables» de Juan Soregui Vargas.