La alegría y el Talmud

Por: José Álvarez Alonso.

 

Benny Hill, el celebrado y ya desaparecido humorista inglés, probablemente está en el paraíso, y no me cabe duda que ha entrado más rápido que un montón de devotos, predicadores y pastores que oficialmente se dedican a extender la palabra de diosito. Y las voy a explicar por qué citando el Talmud, el libro sapiencial judío.
Una de las historias que más me gusta del Talmud es la siguiente: El Rabino Beroka Hoza’a solía frecuentar el mercado, donde se le aparecía el profeta Elías. Una vez le preguntó al profeta:
“¿Hay alguien en este mercado que vaya a tener una participación especial en el Reino Futuro?”
“No”, respondió de manera resuelta Elías, prácticamente al borde del pesimismo.
Pero poco después pasaron dos hombres, y el profeta corrigió de inmediato: “A decir verdad, estos dos tendrán parte en el Reino Futuro”.
El rabino, intrigado, se puso a seguir a los dos, y cuando los alcanzó, les preguntó por su ocupación.
“Somos bufones”, respondieron ellos. “Cuando vemos que los hombres están deprimidos, les levantamos el ánimo. Por otra parte, cuando vemos a dos personas peleando, nos esforzamos para que hagan las paces.” (Tratado Ta’anit 22a).
Llevaban alegría a la gente, la hacían reír. Esto es, ayudaban a la gente a ser feliz. No sé cuántos de nuestros pastores cristianos (tanto de la iglesia católica como de las diversas denominaciones protestantes) pueden decir que hacen reír a la gente, que la ayudan a ser más feliz. Sé de unos cuantos que al contrario, se especializan en hacerlos sentir más culpables, más miserables, inseguros, pecadores, para que los tengan más dependientes y, eventualmente, más colaboradores con la iglesia, en términos pecuniarios, claro está. San Agustín, hace unos 1500 años, consideraba a la alegría y el buen humor un imperativo: “Para el cristiano, la alegría es un deber”.
Benni Hill hizo reír a la gente, y mucho, por muchos años. Y no solo eso. Aunque criticado por algunos por el tono polémico de sus sátiras, Benny hizo reír a generaciones en todo el mundo con sus programas y su aclamado “El Show de Benny Hill”. Entre sus admiradores se encontraban Charles Chaplin y Michael Jackson.
Cuando murió, en 1992, se supo que llevaba una vida muy austera, nunca tuvo carro ni se compró una casa, y los domingos alquilaba un autobús y llevaba a pasear por Inglaterra a ancianos de los asilos. Todo un ejemplo de vida para los que aprovechan el favor de la gente o una efímera fama para enriquecerse, y encumbrarse en un ego colosal y egoísta, disculpando la redundancia.
Algunos de nuestros políticos no se van a salvar por sus buenas obras, de seguro. Si es que pasan la entrevista con San Pedro, será porque al menos hicieron el payaso y nos hicieron reír con sus poses, cirquitos y ridiculeces. No muchos más méritos, se les puede encontrar a buena parte de ellos.
El sentido del humor es quizás una de las cualidades más infravaloradas en nuestra sociedad, y debería estar en todos los test de evaluación de personal, porque ayuda a crear un clima laboral adecuado. “El hombre que no sabe sonreír no debe abrir la tienda”, dice un antiguo proverbio chino. Es decir, no vale para relacionarse con la sociedad, y menos para un negocio o, peor aún, para un puesto público.
El sentido del humor es una cosa seria, pues según los expertos constituye uno de los síntomas más convincentes de la humildad, otra gran cualidad menospreciada en el competitivo mundo moderno. Quienes no saben reírse están demasiado obstruidos por su propio ego, dicen los expertos. Nietzsche decía que el diablo es “el espíritu de severidad”.
Viéndolo por el lado egoísta: hay muchos estudios que demuestran que reír es beneficioso para la salud: la risa y el buen humor reducen las hormonas del estrés; las carcajadas aumentan el ritmo cardíaco, ejercitan cientos de músculos, ayudan a regular la presión sanguínea, liberan endorfinas (¡las hormonas de la felicidad!) y estimulan al sistema inmunológico. Algunos expertos recomiendan complementar el ejercicio físico indispensable para una vida saludable (una media hora diaria mínimo en promedio) con unos 15 minutos de humor.
Cabe resaltar que el sentido del humor es exclusivo de seres racionales. Es más, es una característica de los más inteligentes. Al respecto, me encantó este párrafo de un columnista argentino: “El humor es uno de los indicios más seguros de inteligencia. Pensándolo bien, la inteligencia consiste en la capacidad de “tomar una cierta distancia” de las cosas, de las personas, de los acontecimientos. Son significativas ciertas discusiones entre personas con el ceño fruncido, tensas, enfurecidas, amargas, incluso histéricas, que convierten cualquier problema en una tragedia, cualquier novedad en una herejía, cualquier crítica en una desgracia, cualquier protesta en una revolución. En cambio es urgente e higiénico construirse un reducto en el corazón, de donde brote la sonrisa que es capaz de mirar con benevolencia todas las cosas, de donde surja un sentido de los límites propios y de los demás. Saber mirar de lejos, hace lúcida y penetrante nuestra mirada”[1]