Iquitos hoy

Pocas son las autoridades municipales a las que hay que recordar por su voluntad de trabajo a favor de la colectividad y, más que todo, por su honestidad en el desempeño del cargo. Esos señores primero cuidaban su honor, impecable, sin mancha alguna, por eso cuando hacían una obra eran celosos de su ejecución, ellos mismos las inspeccionaban durante horas y de esas obras muchas se exhiben tan bien como si el tiempo no hubiera pasado por ellas.

En su gran mayoría las obras de los últimos alcaldes de Iquitos se muestran como ejemplos de cómo no se debe hacerlas. En menos de un par de años las pistas se deterioran, convirtiéndose en trampas para los vehículos que transitan por esas arterias, más aún si son vehículos de gran tonelaje. Las pistas de Iquitos no están bien hechas y tampoco existe una reglamentación de por dónde debe circular el transporte pesado. Ayer, un carro compactador de basura ha puesto en evidencia que la avenida Mariscal Cáceres, inaugurada no hace mucho, es un cascarón.

Eso por un lado. Por otro está la limpieza de esta ciudad bandera peruana en las tres fronteras de la patria. Iquitos está lejos de ser una ciudad limpia y ordenada como, por ejemplo, Trujillo, en la costa norte. Descuidada por las autoridades municipales, enfrascadas en ambiciones personales y políticas, hoy Iquitos no es ni la sombra de ayer, de aquellos años señoriales, cuando se erigía como perla amazónica ante el mundo.

En un rápido recorrido en un vehículo menor, el conductor y pasajeros irán por pistas acribilladas con huecos a cada paso. El desplazamiento será ondulante, la mayor parte con sobresaltos. No hay uniformidad plana en la pista y eso es peligroso, porque una moto lineal puede voltearse al pasar por uno de los miles de huecos.

Y de yapa tenemos montículos de basura en las esquinas, lo que da un aspecto desagradable a la ciudad, amén de la infección ambiental que se produce al tener expuestos al sol y la lluvia los desperdicios.

Como la autoridad municipal de Maynas cuenta con el apoyo de su concejo de regidores, creemos es momento de ponerse a trabajar por la ciudad y los demás pueblos de la provincia. Esa es su obligación. ¿No es que en las elecciones decían que querían servir al pueblo? Háganlo entonces, sin antes servirse de él.