Invertir en la primera infancia es un buen negocio

Por: Michael Feigelson**Michael Feigelson

Para que las empresas inviertan en la primera infancia del mundo, tenemos que apelar a las motivaciones intrínsecas que diariamente mueven a los líderes de negocios.
En 2007, la revista médica «The Lancet» publicó un artículo afirmando que más de 200 millones de niños menores de cinco años no pueden alcanzar su potencial en el desarrollo cognitivo, debido a la pobreza, la desnutrición, la falta de cuidados adecuados y de afecto parental. Esta estadística viajó a lo largo de los ámbitos de la salud pública, la educación y otros sectores de la sociedad que tradicionalmente se centran en el estado de bienestar de nuestros ciudadanos más jóvenes. Desafortunadamente, esto no caló de la misma forma entre una de las comunidades más poderosas del mundo: los líderes empresariales. ¿Por qué?
Cuanto más hablo con diferentes líderes empresariales de todo el mundo, más convencido estoy que la respuesta a esta pregunta tiene que ver con cómo contamos la historia. Con frecuencia, los que pasamos los días leyendo artículos de revistas como «The Lancet», caemos en la tentación -errónea- de tratar de convencer a los demás para que se involucren en aquello que nos gusta, por las mismas razones que nos motivó a nosotros a hacerlo. Sin embargo, con los líderes empresariales, deberíamos habernos centrado en establecer la conexión con sus motivaciones intrínsecas en su día a día. Tenemos que explicar por qué la «primera infancia» es «buena» para los negocios.
En primer lugar, la inversión en la primera infancia es buena para la «marca». El Estudio Anual Global de Edelman (Good purpose study) concluye que los consumidores esperan, cada vez más, que las empresas líderes estén interesadas en algo más que sólo ganancias. En la última ronda de esta encuesta (2012), cinco de los seis principales intereses sociales señalados por los consumidores como importantes, tenían un impacto directo en el desarrollo de la primera infancia. Cuando los consumidores asocian la «marca» con la ayuda a los niños pequeños, puede hacer  que una empresa se destaque entre sus competidores.
En segundo lugar, la inversión en los hijos pequeños de los empleados es buena para la productividad y la retención del talento de la empresa. La investigación realizada en los Estados Unidos por «Families and Work Institute and the Society for Human Resource Management», encontró que cuando se ofrece un clima laboral flexible y amigable para la familia, los empleados están más comprometidos con el trabajo y permanecen con su empleador. Los acuerdos de trabajo flexibles también inducían a una menor interferencia de los asuntos del hogar en el trabajo. Estos resultados se mantenían por igual entre los empleados de alto y bajo salario.
En tercer lugar, la inversión en la primera infancia es buena para el desarrollo de la mano de obra. Con frecuencia, los líderes empresariales destacan la educación como eje de la responsabilidad social corporativa. Si bien esto debería ser aplaudido, los líderes empresariales no están brindando apoyo a una edad suficientemente temprana. Los investigadores del cerebro en la Universidad de Harvard han constatado que las experiencias en la primera infancia -mucho antes de que los niños lleguen a la edad escolar– han tenido un gran efecto en el desarrollo de habilidades cada vez más importantes para la fuerza laboral, como son las soluciones creativas de problemas y la capacidad de trabajar en equipo.
En cuarto lugar, la inversión en la primera infancia es buena para la competitividad internacional. Algunos estudios longitudinales realizados en Estados Unidos han encontrado que el apoyo a los programas parentales y programas preescolares, han logrado rendimientos de 4 a 9 dólares por cada dólar invertido, a través del aumento de los ingresos, la reducción de la delincuencia y el ahorro de los gastos gubernamentales de bienestar social. Más recientemente, hallazgos desde Jamaica encontraron que las visitas de apoyo para padres con bebés y niños pequeños llevaron a un coeficiente intelectual más alto, menos signos de depresión, menor participación en peleas, y un aumento del 25% de los ingresos 20 años después de terminado el programa.
A medida que más datos emergen en todo el mundo, y las nuevas generaciones de trabajadores buscan tanto vivir bien como hacer las cosas bien, la inversión en la primera infancia está pasando a ser un factor en nuestras decisiones sobre dónde trabajar y qué comprar. Esto es un avance. Sin embargo, la inversión en la primera infancia está todavía muy lejos de ser parte de la ecuación que establece la calificación crediticia de un país, la valoración de una oferta pública inicial o para ayudar a identificar qué líderes políticos están a favor del desarrollo empresarial. Una vez que lleguemos a eso, sabremos que habremos ganado el caso.
Sobre la inversión en la primera infancia, el Premio Nobel de Economía, James Heckman, afirmó que «se trata de una iniciativa de política pública poco común que promueve la equidad y la justicia social, y al mismo tiempo promueve la productividad en la economía y en la sociedad en general.» Ya sea a través de la responsabilidad social de las empresas, las políticas de recursos humanos progresistas o de prestar su voz para abogar por la inversión pública en los ciudadanos más jóvenes, los líderes  empresariales pueden ayudarnos a avanzar hacia el tipo de sociedad que todos aspiramos para que sea a la vez próspera y pacífica.