Fraude en examen a maestros

La venta de la prueba resuelta del examen  que iban a rendir los maestros para que sean contratados, ha puesto  de manifiesto, una vez más, que ahí donde se pone el dedo, salta el pus, la asquerosidad de la corrupción.

No es esta la primera vez que sucede algo así. En anteriores oportunidades, se dieron iguales situaciones que han empañado la transparencia que debe tener un proceso de contrato. El fraude que se iba a perpetrar el domingo próximo pasado, hubiera sido una acción contraria a la verdad y a la rectitud, que por siempre deben primar en la vida de un maestro.

En este caso, la autoridad educativa regional ha tenido que tomar la decisión de suspender el examen, porque el escándalo ya se había producido. La venta de las pruebas era vox populi, el precio de 800 soles era conocido. Ahora falta por conocer quiénes fueron los que facilitaron la salida de ese material,  quiénes lo comercializaron y lo más importante, quiénes fueron los maestros que lo compraron, porque tan solo el interés por conseguirse las respuestas por adelantado de un examen donde tendría que demostrar su capacidad, desdice  su vocación de maestro o maestra.

Por su parte, el Sute Loreto esta vez no tuvo el pataleo de otras oportunidades. Sus dirigentes se comportaron a la altura de las circunstancias. Bajo ningún punto de vista pudieron evadir su responsabilidad de aplaudir la decisión de la  autoridad educativa regional y de la comisión de procesos de contratación, de suspender el examen, condenando la actitud de las personas que sin escrúpulo alguno, sustrajeron las respuestas de las pruebas para venderlas.

En el maestro debe primar la honestidad en cada uno de sus actos. Ese es el mejor ejemplo a dar a sus alumnos, que ven en sus maestros a sus guías, al adalid a quien seguir, al líder a quien emular. Pero si un maestro está involucrado en una artimaña, en un acto deshonesto, se convertirá en el peor ejemplo de lo que debe ser alguien que por vocación, tiene en sus manos la formación de los niños y los jóvenes.

Los padres de familia, esperan que los maestros de sus hijos sean personas honorables y decentes, porque en ellos confían a quienes más adelante serán los que seguirán conduciendo la vida en esta región promisoria, donde descansa la esperanza y el futuro no solo de la patria, sino del mundo, y para ello, necesitamos que quienes nos sucedan sean formados en disciplina, en valores y en dignidad, sobre todo.