Fervor cristiano

Ha pasado un año desde la última celebración de Semana Santa en el mundo cristiano y para ser sinceros, no han cambiado muchas cosas, empezando de nosotros mismos, haciéndonos una autoevaluación sobre nuestra forma de vida, una reflexión como nos invita a hacer la Iglesia, y vemos que solo tenemos algunas actitudes que nos inclinan a lo que Jesús enseñó en su paso por la tierra.
Y siguiendo la postura de en primera persona, en este tema sensible, caemos nuevamente en la cuenta de que nos emocionamos con el mensaje de Jesús con gran fervor en las fechas festivas de la cristiandad como en Semana Santa, en el mes del Cristo de Pachacamilla, o mes Morado, en Navidad y otras fechas más, contadas con los dedos. Y después qué.
Nuestra vida cotidiana está cargada de otras emociones, responsabilidades, tensiones, presiones, distracciones, ¿y lo espiritual? Lo dejamos para los sacerdotes, monjas, laicos comprometidos, ¿dónde nos ubicamos? Tal vez en algún espacio que podríamos llamar “turistas de la fe”, porque nuestro fervor cristiano es cíclico, temporal, en fechas especiales, más no en nuestra vida diaria.
Una prueba sencilla. Cuántos hoy nos hemos despertado y hemos orado con devoción, hemos doblado nuestras rodillas, levantado nuestros brazos en señal de adoración, cuántos hemos agradecido a Dios por permitirnos disfrutar un día más en este mundo, cerca de nuestras familias, amigos, teniendo qué llevar a la boca, con la posibilidad de sentir y seguir luchando desde una forma de vida cristiana. ¿? Desde acá no lanzamos la primera piedra.
Entonces, vemos que estamos nuevamente frente a una realidad que se replica año tras año, las iglesias en estos días están muy visitadas, al extremo que muchos se quedan parados en los pasadizos, en la puerta de las iglesias, hasta las veredas están con gente que trata de seguir la celebración cristiana. La próxima semana estos mismos templos se mostrarán casi vacíos.
Por eso, en esta nueva Semana Santa, invocamos al Señor que nos ayude a ser consecuentes con nuestras creencias, coherentes en nuestro accionar, a ser fieles a Jesús, al Dios eterno, al mensaje Divino; desde nuestra vida personal, familiar, en el centro de labores, en la comunidad, desde el poder político si lo ejercemos, desde donde nos ubiquemos que nuestras acciones sean un testimonio en vida con Cristo.