Espacio familiar

En estos tiempos de correr por aquí y por allá por las ocupaciones o por la pésima distribución de nuestros tiempos, nuestras familias han pasado a un tercer lugar, digamos, y quizás en muchos casos, casi ni figura en la agenda del día a día. Ello por otros factores, también.
Cierto que hay también mucha gente que valora los momentos de diálogo en familia, y ojo, que cuando nos referimos a familia no discriminamos, nos estamos refiriendo al grupo de personas que comparten un mismo techo, que comparten la cotidianidad, los quehaceres diarios, las responsabilidades, la recreación, etc.
Estamos hablando así de las familias tradicionales, y para nuestra opinión, las ideales, conformadas por papá, mamá, los hijos y quizás también los abuelitos, dependiendo de los casos; pero también nos referimos a las familias conformadas con otros componentes de personas que se identifican como tal, y son unas formas de las tantas de familiaridad que tenemos en la actualidad.
Más que de quienes la conforman, lo importante es la forma de organización interna, con distribución de tareas, con las normas de convivencia que lleven a una vida de paz y de respeto mutuo, donde se incluye el afecto, cariño, tolerancia, y manifestaciones de amor, sin limitar este sentimiento a una vida de pareja. El amor es amplio y sus manifestaciones también.
Un acto de amor es dedicar a nuestros hijos, por ejemplo, un espacio del día junto a ellos, no podemos saber cuánto tiempo, pero tiene que ser un momento especial de diálogo, de juego, de compartir lo que pasó o no pasó en el día, de expresar alegrías o penas, pero al fin y al cabo afrontar con optimismo la vida, a pesar de las múltiples dificultades.
Y resulta muy doloroso, enterarse que aparentemente por falta de ese afecto que nos hace humanos, un niño de apenas 12 años haya decido quitar su valiosa vida. Quizás no sintió que era importante para alguien en este mundo o tuvo una percepción equivocada, al tener, tal vez unos familiares poco expresivos. Pues, cuán importante es decir “te amo”, “te quiero mucho”, “eres muy importante para mí”. Nada más nos queda un nudo en la garganta y lágrimas que nos brotan por tan desdichada realidad de un niño que pudo ser nuestro hijo. Tenemos que revisar y subsanar las carencias de afecto en nuestro entorno más íntimo que es el hogar. Un primer paso para nuestra salud mental.