Esclavitud

La esclavitud no ha desaparecido ni aquí ni en el último rincón del mundo. Ha permanecido a lo largo del tiempo, cambiando de cara para no ser detectada. Pero como la maldad siempre muestra su cara, es ahora, fácil de detectar los nuevos métodos que están utilizando los traficantes de personas para llevar a sus víctimas lejos de sus hogares para hacer de ellas objetos sometidos a toda clase de vejaciones, amenazados a puntas de pistola.

Lo más común es la captación de jovencitas para explotarlas sexualmente. Los proxenetas las llevan a lejanos lugares con el conocido cuento del empleo de anfitrionas en centros nocturnos. Las tienen prácticamente secuestradas, encerradas y prohibidas de comunicarse con sus familiares. El sometimiento es total. Las convierten en prostitutas que por sus servicios sexuales reciben un escaso 20 % de lo que el traficante cobra al cliente.

La pobreza es factor determinante porque las necesidades del hogar exigen una entrada de dinero y es por eso que las preferidas son las chicas que provienen de hogares pobres. La ilusión de ganar un dinero para ayudar a la casa les hace pisar el palito y tanto la muchacha como los padres ceden a los requerimientos de los reclutadores.

Luego de varios operativos practicados por la policía en puertos de Iquitos, a fin de detectar a menores de edad que son llevados por los tratantes de personas, han adoptado otras vías de salida. Ahora van a Nauta y desde ahí parten hacia destinos de la costa y la sierra.

Quienes van a las casas de las afueras de la ciudad a ofrecer trabajo, especialmente para jovencitas, no son otros sino los traficantes de personas. La población debe estar alerta a denunciar la presencia de estas personas indeseables, a las que se les debería encerrar de por vida, porque son un peligro para la sociedad.