Elevados decibeles

Nuestra falta de educación ciudadana y urbanística nos lleva convivir en situaciones que atentan contra nuestra salud física y emocional. Lo preocupante es que nos hemos acostumbrado al punto que creemos que eso es normal y no somos capaces de ver la diferencia entre un lugar con ruido y otro sin ruido. Hasta hablamos casi gritando y no lo percibimos. Somos una sociedad enferma y no buscamos la cura.
El ruido está en todas partes, en las calles por el ruido de los vehículos motorizados, en el volumen alto de mi vecino que le «gusta escuchar así», en la bodega cuyo propietario cree que es una forma de llamar clientes, en la vecina que hace su parrillada y se propuso «casi rompernos el tímpano» ese día, pero, no lo percibimos como tal.
También en el colectivo cuyo joven o maduro chofer tiene complejo de cantante de rock duro, chicha estridente o cualquier género musical al que encuentra el gusto en altísimo volumen, además del ruido que emite el motor y el claxon que lo toca a cada rato, sumado a los gritos del cobrador para llamar pasajeros, y por poco lo hace en tu oído, encima el «artista» que sube al micro a «cantar» para luego pasar por la propina.
No es todo, en los centros comerciales el ruido de los equipos de sonido para «llamar compradores», los televisores encendidos unos y otros con diferentes señales de TV y a alto volumen, así como parlantes en las veredas de ciertas tiendas que al pasar el oído «acostumbrado» parece no afectarse, y vaya si tuviste que pasar por el parlante justo cuando un locutor no menos gritón lanza sus frases propagandística.
Vaya ciudad la que tenemos actualmente, que los oídos nos cojan confesados cuando por estos desmedidos volúmenes empiece a sentir los estragos de una sordera prematura y tendremos que elevar mucho más la voz.
Qué está pasando que algo tan vital como cuidar nuestros sentidos, nos coja con indiferencia o quizás resignación. Esto es un esfuerzo de todos y de todas, es un tema educativo, es un asunto de campaña que parta de las autoridades para hacer cumplir las normas legales respecto al exceso de decibeles, donde unas últimas mediciones señalan que tenemos un exceso de ruido en 43.2 decibeles. Por la calle Moore captaron 93.2 decibeles y lo máximo permitido es de 50 decibeles. Similar a otras zonas céntricas de la ciudad.
«Por favor necesitamos tapones», se escuchó decir a unos sufridos turistas además de soportar el ruido de las calles, en su hotel una discoteca contigua emitía un ruido ensordecedor. Todas las autoridades municipales tienen que ponerse de acuerdo para solucionar este grave problema y que nadie tenga «corona» para no cumplir con la normativa, porque eso le quita seriedad y firmeza a cualquier campaña correctiva.