Elecciones 2016: ¿Por quién votar? (II)

Por: César Sánchez Arce

 

En un  artículo anterior sobre el mismo tema, sugerimos hacer un listado de los, en esos momentos, 19 candidatos a la presidencia de la  república, para ir tachando progresivamente a quienes a  juicio de cada persona no serían los beneficiados con el voto que depositaremos el próximo 10 de abril. Ha transcurrido poco más de un mes y el panorama electoral se ha enrarecido de manera increíble, principalmente por las idas y venidas de  las autoridades electorales, pero también por la participación  de las encuestadoras con proyecciones que asustan a los equipos de campaña  y la actuación   de los propios candidatos o dueños de partidos políticos.  A la fecha de escribir este artículo, de la  lista inicial de aspirantes a reemplazar al actual inquilino de la casa de Pizarro,  son cinco las candidaturas retiradas, sea  por infraccionar la ley electoral o por cálculo político para no perder la inscripción del partido. En estas semanas de cuestionamientos a la inscripción de planchas presidenciales y tachas a algunos candidatos, hemos leído y escuchado argumentaciones de todo tipo, desde antiguos defensores de la legalidad hoy minimizando el incumplimiento de la norma so pretexto del derecho que le asiste al ciudadano a  la participación política por encima de «reglamentarismos»; en la  otra orilla quienes resultarían beneficiados con el retiro de competidores peligrosos exigían, simple y llanamente, «que se cumpla  la ley». Y no faltó aquellos que hipócritamente clamaban que preferían enfrentarlos «en la cancha».  Pero, a poco menos de un mes de la elección, habiendo  aún  hay candidaturas que están  en la cuerda floja y con la demostrada ambigüedad y  contradictorias decisiones de los  jurados  electorales, nada está dicho todavía.

De los que ya no están (hasta el momento, si el JNE y el JEE no nos vuelven a sorprender devolviéndolos  la cancha) quien con su salida ha conmovido a todos, incluso a los que tanto se enfrentó e insultó cuando era ministro, por el trato recibido de quienes le pusieron el chaleco de  candidato, ha sido el general Urresti, antipático, grosero, tuteando a todo el mundo, cachaciento,  lo que queramos decir de él, pero innegablemente leal a los dueños del partido, sin imaginar que una patada en el trasero sería el agradecimiento que recibiría cuando se dieron cuenta que no pasaría la valla electoral. Igual de grosera la justificación de ese caradura de Otárola.

Dicho esto, es legítimo seguir preguntándonos: ¿Por quién votar?

Desde la elección presidencial de Alejandro Toledo en el año 2001, siguiendo con  las elecciones de Alan García en el 2006 y Ollanta Humala en el 2011, sin olvidar las elecciones locales y regionales de los años 2002, 2006, 2010 y 2014,  los procesos electorales se desarrollaron sin mayores contratiempos y la contienda se centró  en los ofrecimientos y enfrentamientos de los propios candidatos, como es normal en toda competencia electoral. Sin embargo, en esta oportunidad las cosas cambiaron totalmente como consecuencia de varios factores; en primer lugar un Congreso de los peores en nuestra historia  republicana que después de meses de tener en carpeta varios proyectos sobre ley de  partidos políticos y procesos electorales, recién se le dio la gana de aprobar sus propias propuestas  cuando ya el proceso electoral había sido convocado -tarde también por capricho de la llamada pareja presidencial- desoyendo el clamor de las autoridades electorales que hacía tiempo pedían acelerar la discusión de esos temas en la Comisión de Constitución dominada por el nacionalismo ¿Por qué lo hicieron? Vaya usted a saber. Tenemos el derecho a sospechar que lo hicieron para enturbiar el proceso, lo que a la luz de los hechos consiguieron. Por  otra parte autoridades electorales ineptas y vacilantes que un día dicen una cosa y luego se desdicen sin ningún rubor; y también partidos políticos y candidatos chicha que quieren llegar a ser gobierno y lo primero que hacen es pretender pasar por encima de la ley, que bien o mal es la que rige el proceso y que aceptaron respetar cuando decidieron postular.

Así las cosas, hemos llegado a pocos días de la fecha fijada para elegir presidente y congresistas, sin saber a ciencia cierta quiénes están aptos para participar en la elección como candidatos ¿Puede funcionar de este modo una democracia? ¿Puede avanzar un país en su institucionalización, cuando no somos capaces siquiera de replicar lo que hicimos medianamente bien antes?

Creo que, a pesar de todo, tenemos que mantener la esperanza, sobre todo porque hay gente joven mostrando interés por lo que pasa en nuestra política, algunos postulando y otros manifestándose  en las calles, me refiero a los que lo hacen mostrando el rostro y expresando sus  legítimas protestas o esbozando propuestas con las que podríamos no estar necesariamente  de acuerdo, no aquellos  vándalos incapaces de balbucear algún idea política, pero prestos a la agresión y el insulto.

En contraposición resulta patético comprobar lo que afirmamos  días atrás, cuando nos referíamos a cadáveres políticos, cuando vemos reaparecer a los Aureos Zegarra,  Diez Canseco, Benza, Oliveras y otros que no vale la pena mencionar, algunos vociferando ante las cámaras de televisión -esperemos que por última vez- y otros sin nada que ofrecer como propuestas serias de gobierno. O corruptos tratando de arroparse en candidaturas congresales para lograr cinco años de impunidad.

El poco tiempo que nos queda de ahora hasta el 10 de abril deberíamos aprovecharlo  haciendo un gran esfuerzo para recapacitar por quién votar, si finalmente las autoridades electorales nos dejan candidatos en pie. Y ojalá hayamos aprendido la lección y elijamos mejor esta vez, sin hacer caso a garantes que no garantizan nada,  porque da rabia, entre otras  muchísimas cosas que han pasado en el país en los últimos cinco años, enterarse que un gobernante incapaz de haber hecho algo para combatir siquiera medianamente la inseguridad ciudadana, saque un decreto, a poco de terminar su período, para que  toda su parentela -solo faltó incluir a la mascota- tenga  por cuenta del Estado «seguridad integral» de por vida. Y al resto de peruanos, que se los coma  ¿el tigre? Francamente….