El veto de Dilma

En un abierto enfrentamiento con el Congreso de su país, la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, ha vetado  18 de 84 artículos del nuevo Código Forestal que había sido aprobado el pasado mes de abril. El más polémico de los puntos fue la amnistía a los grandes terratenientes que deforestaron parte de la Amazonía.

 

 

La influencia de los terratenientes está en el legislativo brasileño a través de sus representantes, al igual que los narcotraficantes cuando se introducen en los congresos y son ellos mismos los que propician medidas a su favor, a mantenerlos impunes de los delitos que cometen contra la sociedad o contra la humanidad. En Brasil los terratenientes son mayoría en su Congreso.

 

 

Ante ello, los ecologistas decidieron mover la conciencia ciudadana y juntaron más de dos millones de firmas para pedir a la líder brasileña el veto a la ley. Y lo consiguieron, a pesar de los argumentos de los deforestadores que arguyen que el veto significará disminuir la producción de alimentos, volviéndolos más caros, lo que la gente no podrá pagar. En esto también están a favor los grandes empresarios dedicados a los agro negocios.

 

 

En lo que atañe a nuestra realidad la deforestación de nuestro bosque es pan del día. Hay gente que poco o nada le interesa cumplir con la ley, la pisotea simplemente con la complicidad y complacencia de malos servidores del Estado que no dudan en recibir una coima para dejar hacer y dejar pasar.

 

Se tiene conocimiento que de la misma Reserva Nacional Pacaya-Samiria se extrae madera fina sin ningún problema y de consiguiente animales que están protegidos. Estos hechos no pasan a ser denunciados, menos juzgados, porque en el camino se solucionan las cosas de forma condenable por supuesto. Por otra parte, para los grandes inversionistas, no hay problemas en conseguir permisos y concesiones para sus plantaciones que abarcan cientos de hectáreas.

 

La preocupación de nuestros ecologistas por llegar a la conciencia de la colectividad sobre la importancia de conservar nuestros bosques, son gritos en el desierto. Seguimos atentando contra la naturaleza, continuamos talando árboles, ensuciando las aguas, matando especies en vías de  extinción. En suma, seguimos  matando la vida.

 

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