El deporte como terapia social

Por: César Sánchez Arce

Buena noticia: El Ministerio de Educación anuncia que se ampliarán las  horas de clase en la secundaria, empezando por un grupo de colegios de la capital y luego se irá extendiendo progresivamente a todo el país. Una de las materias que tendrá cabida en esta ampliación de horarios es la Educación Física, abandonada absurdamente en una de las tantas «reformas» que se han traído abajo la educación en nuestro país. Una de las consecuencias de tan malhadada política es que el deporte en el Perú prácticamente significa fútbol y algo de vóleibol. Dónde fueron el atletismo, el básquetbol, la natación, incluso el boxeo? Los poquísimos cultores de estos deportes deben sus esporádicos triunfos al esfuerzo personal o familiar, porque el Estado hace tiempo que se puso de espaldas y solamente aparecen las altas autoridades, para la foto, cuando algún joven deportista nos trae un logro que solo le  pertenece a él o ella y  su familia, pero que con ese desprendimiento propio del deportista se lo dedica con orgullo a su patria, que nada o muy poco le dio. Son muchos los casos que vemos de deportistas que salen a los medios a exponer la urgencia de un pasaje para poder llegar a tiempo a una competencia porque la Federación que rige su deporte no puso interés en proporcionarle el apoyo oportuno.
Cuando en una sociedad como la nuestra, el niño y el joven no cuenta con actividades programadas que le permitan llenar adecuadamente los momentos de ocio, lo que le queda es la televisión, la cabina de internet, la pandilla del barrio, el inicio en los vicios de alcohol y drogas. Y así empieza la cadena de inseguridad que tanto nos afecta y que ingenuamente se espera que llegue un ministro del interior mesiánico a cambiar de un día para otro lo que con tanto esmero e irresponsabilidad hemos sembrado. No lo esperemos, no existe. Por eso deben entender  los gobernantes que una  sociedad enferma no se cura con patrulleros inteligentes, robocops, más policías, etc. -que sirven para hacerle frente a la delincuencia y al crimen-; una sociedad enferma requiere de terapia con políticas a largo plazo que tengan como eje fundamental la educación en todos sus aspectos.
Por qué, conjuntamente con la educación, el deporte, que debe ser masivo y no de élite, no es una prioridad para los gobiernos de turno, tanto nacional, regional y local, si lo que se necesita es una juventud sana, alejada del pandillaje, el alcohol  y las drogas.  Por qué no aprovechar la natural inclinación del niño y el joven por la actividad física y el deporte si de verdad queremos una sociedad con menos problemas y más productiva, con deportistas competitivos que nos enorgullezcan con sus logros y  sean  paradigma de  las generaciones futuras. No es mejor y más económico prevenir que curar? Es importante que en las escuelas y colegios se vuelva a dar importancia a la educación física, pero unas pocas clases en el horario escolar no son suficientes para levantar nuestro deporte. Necesitamos una política deportiva como elemento que coadyuve a recuperar una sociedad con valores éticos y morales que nos lleve al desarrollo y el bienestar.
Para fomentar el deporte no se necesita estadios monumentales ni infraestructura millonaria, cuya construcción sirve muchas veces como vía de corrupción; se requiere de losas deportivas multidisciplinarias en los barrios, piscinas públicas, pero también programas de trabajo y el imprescindible elemento humano que son los técnicos en educación física y deporte. Que no los hay en estos momentos en número suficiente porque la  política educacional los dejó de lado? Pues bien, hay que empezar por el principio: formemos técnicos en la materia, con carreras cortas de tres años en institutos especializados que se ubiquen en cada capital de región, de los que egresarán profesionales con trabajo asegurado, en lugar de profesionales salidos de sucursales de universidades de medio pelo que deambulan sin ejercer nunca la carrera para la que invirtieron tiempo y dinero.
Los gobiernos regionales y locales  desempeñarían un papel importante en  una política de esta naturaleza  porque serían los encargados de su implementación y desarrollo, teniendo a su cargo la contratación de los técnicos, la programación y difusión de las actividades deportivas, los calendarios de competencias, etc.
Este es el verdadero trabajo social y de  inclusión que deberían desarrollar los gobiernos, no el reparto de elementos materiales de corto período de vida que solucionan únicamente requerimientos inmediatos y que se prestan al clientelaje electoral y partidario que, al ser  utilizados con esa intención, ofende la dignidad de quien por su necesidad acepta la dádiva.