Deber cívico y ciudadanía

Estamos a pocas horas que culmine el proceso electoral en nuestro país, donde elegiremos al presidente o presidenta de la República, a partir del cual nos lanzamos a una nueva etapa en la vida institucional como Nación. Esta tierra que nos cobija y que nos vio nacer, y por lo cual millones de nosotros preferimos ser parte día a día, espera mucho de todas y todos.
Llegada las elecciones en segunda vuelta, nuestro deber es asistir al centro de votación que corresponda, para marcar lo que la decisión así lo señale. Este ejercicio cívico convertido en ley con características de obligatorio (multa incluido), nos hace pensar en qué pasará el día que sea solo un ejercicio voluntario. De momento eso no es probable.
El proceso eleccionario a lo largo de unas tres décadas nos ha dado muchas lecturas de nuestro comportamiento ciudadano, que como dicen los especialistas, se va traduciendo en una participación más asumida como lo que llamamos la fiesta de la democracia.
Es ese impulso natural del ser él o la que eligen, que nos hace regresar a la idea primigenia de ciudadanía, siendo el acto de emitir un voto, la parte más concreta de su concepto. Concepto que es muchísimo más amplio y profundo que el hecho mismo de marcar sobre un papel.
Es desde las aulas de inicial, primaria y secundaria que se debe reforzar la idea del civismo, aunque actualmente en la currícula educativa no la encontremos como tal en una sola materia o curso, sería importante que se refuerce con miras a ser el otro poder, después de los ya existentes, empoderado y capaz de influenciar en las decisiones de los gobiernos de turno. Y es que la organización ciudadana, al margen del partidarismo, todavía está construyéndose.