DE CAYO SU SUEÑO

Por: José Álvarez Alonso

Don Carlos, Cayo para los amigos, nautino de pura cepa, es un personaje sorprendente. No es común encontrarse en Loreto con nombres así: emprendedor nato, es un exitoso criador de diversos animales, fabricante de embutidos y dueño de dos restaurantes. Habla de sus proyectos con el entusiasmo de un joven de 20 aunque frisa los 50. Sus inicios no fueron muy auspiciosos: al acabar la universidad, comenzó trabajando para otros granjeros, asesorando granjas de pollos y de chanchos, ganando muy poco. «Mi primer hijo tuvo como cuna una bandeja, los primeros tiempos la pasamos muy mal con mi esposa; cuando se embarazó de mi primer hijo estaba en el último año de la universidad; ella quería botar el paño, pero yo la animé a que se graduase», nos cuenta.

 

Su pequeño golpe de suerte llegó cuando su padre le regaló un terreno de unos 3,000 m² por Santo Tomás, y una de las granjas a las que asesoraba lo liquidó con un cazal de chanchos. «Fue un sueño. Mi primera pashnita parió trece chanchitos, lo recuerdo bien, la crié como si fuese mi hija, le faltaba sólo dormir conmigo», nos cuenta. Aprovechando los famosos «Créditos Cero» del Gobierno de García amplió su granja y a poco más de un año ya tenía más de 500 chanchos.

 

Hoy tiene cuatro fundos, el más antiguo en Santo Tomás, donde funciona hasta ahora la primera granja de cerdos, y cría todo tipo de animales, desde carneros y cabras, hasta gamitanas, taricayas y patos, y tiene un restaurante sobre la cocha. Tiene también otro en las cercanías de Nauta, con más de una decena de piscigranjas con paiche, sábalo, gamitana y lagartos, con un restaurante turístico en el que se saborean los deliciosos peces de tus propios estanques. El estanque de los lagartos es su sueño más acariciado: piensa convertirlo en un atractivo turístico de primera, acostumbrando a los lagartos a recibir la comida de los mismos visitantes (provistos de su correspondiente barandilla, claro).

 

En este fundo también tiene un hostal campestre con 14 habitaciones, y una nave industrial lista para instalar cualquier industria de transformación de productos agrícolas, entre otras cosas. «Me anticipé al sueño de la carretera, pensé en prepararme para transformar la gran producción de sacha inchi que se suponía iba a haber por acá, pero ya ves, al final fue un fracaso porque los suelos no eran los más aptos, y tampoco la gente ha tenido ese empuje, esa dedicación… Ya viste los plantones de palma aceitera a lo largo de la pista; les han donado a los parceleros y ahí los están dejando morir…»

 

Don Cayo tiene bastante mundo, ha visitado Brasil, Colombia y otros países, y de todas partes viene con ideas nuevas, con inquietudes y proyectos para aplicar en Loreto (no es de esos que sólo viajan de embelecos y vuelven más burros de lo que fueron…); particular entusiasmo le produjo el cultivo de varios tipos de setas (hongos comestibles) en Brasil, experiencia que piensa replicar en uno de sus fundos «aprovechando los árboles de las purmas, como la huamanzamana», afirma. Y la cría de gusanos de la harina, de los que según dicen se elaboran desde alimentos para peces y otros animales, hasta embutidos como la famosa calabresa brashica.

 

Hoy sueña con construir la mayor piscigranja de Loreto, en un fundo a la altura del km 32 de la carretera. Me muestra entusiasta el área, posiblemente llegue a tener 12 a 14 hectáreas. «Aquí voy a criar el forraje para mis paiches, espero criar cientos. Sueña con cadenas productivas, y él mismo ha creado una: «El desperdicio de uno es el tesoro de otro», dice. «Por ejemplo, la caquita fresca de mis chanchos jóvenes la comen los peces de maravilla, con el resto de las excretas hago un abono excelente gracias al método de la cama húmeda; si se muere un chanchito, ahí están los caimanes para que lo aprovechen. Nada se desperdicia. Pero el real negocio está en el valor agregado. Si yo vendo un chancho en canal, gano máximo 40 – 45 soles, no compensa lo invertido. Yo fabrico cecina y varios tipos de embutidos, con que abastezco a los supermercados.»

 

Los proyectos productivos para la región bullen en la mente de Don Cayo como mojarras en una poza; «todo está aquí», dice señalando la mente. «Ya conoces la frase de ese gran libro de «Los secretos»: el hombre es lo que en su mente tiene»; si sueñas algo, y te mantienes constante en tu idea y trabajas duro, la lograrás; es cuestión de perseverancia, de trabajo.» Él mismo dice que es todista, factótum: «En mis granjas yo hago todo, desde carpintero, electricista, «engañil» (albañil) y gasfitero, hasta veterinario», afirma. Y le creo. No se le caen los anillos por echar mano a la pala o al machete.

 

Ya en el carro, por la carretera de vuelta a Iquitos, Don Cayo  comenta melancólico: «Yo soñé con esta carretera, fui el primero en pasar por ella, primero con mi moto cuando era una trocha, luego con mi carro cuando todavía no estaba terminada. Esta carretera ya lleva casi diez años asfaltada, y hasta ahora no se ha recuperado ni el 5% de la inversión, no acaba de despegar. ¿Dónde hemos fallado?»

 

Con el Consejero Regional por Requena Luis Gastelú conversamos de las opciones y desafíos de la «región productiva» y del perfil de Don Cayo, con sus numerosos proyectos, tanto en mente como ya realizados,  como un ejemplo de que esta productividad sí es posible. El problema está en cómo replicar el modelo: «¿Cuántos Cayos conoces en Loreto, hombres con ese espíritu emprendedor y de innovación, esa perseverancia, quizás unos diez?», le pregunto. «Muchos son diez», me contesta pesimista. Yo le digo que el error quizás ha sido tratar de convertir de un momento para otro en «Cayos» a miles de indígenas y ribereños, acostumbrados por generaciones (los primeros por miles de años) a un modo de vida en que la Naturaleza lo proveía todo y en abundancia;  no cabe duda que el «modelo Cayo», como el «modelo Alves» (de Don Santiago Alves) dan para mucho, y deberían recibir todo el apoyo técnico y financiero tanto del Estado como de entidades privadas. Porque de lo que se trata es de eso, de promover modelos que inspiren e induzcan a otros a emularlos para también alcanzar la prosperidad económica y la gran satisfacción personal que un emprendimiento de este tipo producen.

 

Conseguir que unos cientos de Loretanos sigan el camino de estos pioneros tomará décadas, y que lo hagan miles, quizás un par de generaciones. No se cambian culturas, idiosincrasias en un corto periodo de tiempo. Al mismo tiempo, y esta es la idea recurrente de este escriba junto con un puñado de visionarios en torno al Programa PROCREL, debemos ayudar a la gente a hacer mejor lo que sabe hacer muy bien, y que además se demuestra que también es muy rentable y sostenible a corto plazo: manejar productivamente sus bosques, sus cochas, sus ríos y quebradas. «Eso lo hubiésemos hecho hace años, cuando había muchos recursos…», observa don Cayo. «Ahí todavía hay riquezas sin cuento, falta investigarlas, evaluar técnicas de aprovechamiento sostenible, darles valor agregado y encontrar mercado. Algunas líneas productivas tienen ya un mercado y una tecnología de aprovechamiento, y sería muy fácil impulsarlas a corto plazo en miles de comunidades: ahí está el manejo forestal comunitario, con valor agregado especialmente en la línea de artesanías y torneados de madera; las artesanías con fibras y con semillas; y diversos productos cosméticos y nutricéuticos de ciertos frutos de palmeras y aceites esenciales. El ejemplo de las casi 200 artesanas de chambira que exportan a Estados Unidos más de 200,000 soles al año demuestra que sí es posible.»

 

Frente a un exquisito sudado de gamitana de la piscigranja de Don Cayo hablamos de las mil y una alternativas que tiene la región, de los fallos en los proyectos productivos impulsados sin suficiente base técnica, sin conocimiento adecuado de la capacidad de uso de los suelos, sin tener en cuenta la idiosincrasia de la gente. «Me fascina eso que te escuché decir de «ordeñar el bosque en pie», me dice. «Y voy a trabajar en ello; recuerda que el hombre es lo que en la mente tiene, todo depende de su empeño y perseverancia», concluye el soñador Don Cayo.

 

Por cierto, Don Cayo es el Presidente del Consejo Regional de Loreto, Ing. Carlos Vela.