A poco de los 151 años de la isla bonita

Cada año que pasa, nuevas perspectivas se presentan en el diario vivir de esta ciudad, ayer símbolo de tranquilidad y hospitalidad de sus vecinos, la ahora llamada la isla bonita.

Iquitos, la casa del dios del amor como lo bautizó Raúl Vásquez, uno de sus hijos predilectos, es ahora una estancia donde hay que permanecer sin menospreciar cuidados ni desdeñar recomendaciones para no ser víctimas del ataque de un delincuente que, por falta de una eficiente seguridad policial, estamos propensos a sufrir.

Después de 151 años oficialmente contados desde la llegada de los barcos enviados por el presidente Ramón Castilla y de haberse instalado la Factoría, Iquitos, la metrópoli que ve al Itaya correr a sus pies tiene, obligadamente, que mirar al futuro con más realismo, más que todo por su gente a la que debe devolverle la paz y la alegría de vivir en esta tierra que muchos miran con ojos codiciosos.

Nuestra ciudad se apresta a celebrar un aniversario más de su fundación oficial, y es por eso que no solo las autoridades, sino todos los vecinos debemos aunar esfuerzos para que este lugar donde vivimos sea digno de nosotros mismos y de quienes nos visitan.

La seguridad no solo es estar libres de desadaptados que en cualquier momento a uno le puedan hacer daño. Seguridad es también, ver que el medio ambiente sea saludable, que no sea fuente de contaminación como en estos últimos días donde hemos sufrido por los hedores provenientes de los monumentales montículos de desperdicios por todas las calles no solo de Iquitos metropolitano, sino de sus distritos adyacentes.

El incumplimiento de las obligaciones contractuales que asumen las municipalidades no debe darse más en el futuro. Las autoridades elegidas no deben caer en los yerros de los anteriores que no tuvieron una visión clara de lo que es representar al pueblo que es quien le delegó su mandato para que administre y maneje sus recursos de manera eficiente.

Cuando el pueblo está bien gobernado se evidencia en su vida diaria, hay sosiego, ganas de vivir y compartir, ganas de construir un mañana promisor y, por tanto, a ello se dedican las energías y voluntades de sus hijos.

Esperemos que este nuevo hito en la vida de la que siempre deberá ser la isla bonita, nos traiga mejores días, gracias a la cuota que deberemos poner cada uno, para alcanzar nuestros mejores anhelos como que somos una sociedad digna de reclamarse orgullosa de haber nacido bajo el manto esplendoroso de su cielo tropical.